jueves, 25 de octubre de 2012

Lavaplatos

Era una fría tarde de invierno. Un sábado común, como cualquier otro. Ellos, como de costumbre, eran armonía en el hogar. Ella, barría con paciencia la sala entera. Movía de allá para acá las sillas del comedor, el comedor, esa ajada mesita con apenas dos estatuillas de porcelana y una rota en un extremo. Ella barría con paciencia y Él preparaba la cena, de allá para acá se movía buscando ingredientes mientras en voz muy baja repetía: sal, pimienta, salsa de soy... no, no, salsa inglesa, remueve. A ciento veinte grados el horno, treinta minutos de cocción. Pollo aliñado, postre, ensalada, el aderezo para la ensalada, ¿y de beber? Ehmm, algunas frutas, parchita, piña, melón, ¡fresas! Listo, todo listo. Ok, a limpiar la cocina ahora. Y todo mientras de fondo sonaba I Dream Of You de Frank Sinatra. 

Ella pregunta: ¿Cómo vas, amor?

En lo que Él responde: Todo bien, querida. ¿Qué tal tú? ¿Ya ordenaste el área del comedor? La comida está casi lista.

Y Ella: No, justo es lo último que queda por ordenar, en cinco minutos todo estará listo. Te amo.

Y Él: Ok, está bien. También te amo, mi princesa.

Pasaron siete minutos y ya el comedor estaba listo, la comida casi lista. Y Ellos, Ellos estaban más que listos. Vestían de pijamas, Ella, con un short un poco descolorido por el uso, además tenía unas tres o cuatro manchas de cloro del lado izquierdo, pues a Él, en un descuido de esos que suelen suceder, se le cayó un envase de cloro, y algunas gotas alcanzaron a aquél short de pijama. También traía puesta una franela blanca con un estampado un poco descolorido, luego de tantas lavadas así va quedando la ropa, al igual que el cuerpo y los años. Se ensucia, se lava, se ensucia, se lava. Se cae, se levanta, se cae, se levanta. Después de todo es muy normal que después de tanto los años pasen factura. Bueno, aquella franela, a Ella, le quedaba un poco larga, en algún momento era de Él, sólo que en un descuido, de Ella, se le fue a la secadora con la demás ropa y bueno, ya se imaginan el resto. Él traía también un short, era azul y con la insignia de su equipo de fútbol favorito en la parte inferior derecha. Traía un suéter blanco, lo usaba sin franela debajo. La comida estuvo lista y Ella sirvió en los platos, Él colocaba los dos manteles en el comedor. Ella llega con los dos platos, Él busca los cubiertos. Ella trae la jarra con el batido de fresa que Él había preparado y dejado en el refrigerador y Él trae los vasos. Como de costumbre, sin importar el lugar, siempre, se debe ser caballero. Él va y con mucha educación, como en un restaurant gourmet, empuja la silla para que ella pueda sentarse cómoda. Regresa a su lugar, y ya pronto comienzan a comer. Ella da el primer bocado, asiente con la cabeza y dice:

—Vaya, amor. Qué delicioso te quedó el pollo. Ni hablar de la ensalada.
—Gracias, princesa. Era lo menos que podía hacer mientras tú te dedicabas a ordenar la casa. Todo se ve perfecto. La casa, el comedor, la comida. Tú.
—Y tú. -Añadió. En estos días eres lo único que le hace falta a la casa, puede estar vacía. Sin muebles, ni la vieja mesita, sin comedor, ni camas, ni nada. Pero, si Tú, mi amor, estás aquí, la casa es de nuevo, ese hogar que siempre soñé. Y como cada semana, como cada lunes, cuando salimos hacia nuestros trabajos, tú por allá, y yo por allá. -Dijo Ella señalando en direcciones opuestas. Y nuestra casa acá, vacía. Como un cuerpo sin alma, como un parque sin niños, como yo si ti, amor.
Él, mientras masticaba, miraba al suelo tapándose la boca por educación, intentado ocultar la sonrisa pues tenía algo de comida en la boca. Era una sonrisa de esas que aparecen automáticas, sin más ni más. Una sonrisa con el corazón. —En esta casa, mi vida. Están nuestros nombres en cada rincón, en la vieja mesita y las dos estatuillas que la acompañan. En la cocina, en los cubiertos y los vasos, en los libros de allá, en sus páginas. En esta casa, amor mío, no sólo están nuestros nombres, están nuestras almas. Y cada lunes, y cada martes, y cada miércoles, y el resto de la semana, justo cuando tú por allá, y yo por acá, nos toca decirnos: Hasta luego. Se quedan estos rincones, esta mesita, los cubiertos y los vasos. Los libros y sus páginas representando en nuestro nombre, esas almas que aún no se deciden a salir de la cama, que tienen durmiendo en el cuarto de al lado a ese tal señor Amor, que de vez en cuando molesta, aunque muy poco, diciéndoles que para qué salir, si afuera ya todo tiene nombre. Y aún nos falta descubrirnos.
Ella termina con su plato y un poco llena decide dejar el postre para después. Lo mira con esos ojos del amor de su vida, lo mira con eterno amor y necesidad de amarlo. Sonríe, toma su plato, el de Él, luego toma el de Ella y los lleva juntos al lavaplatos. Ahí los deja, ahí se quedan, solo hasta que estos dos cuerpos, y sus almas, decidan salir de la cama.

martes, 23 de octubre de 2012

Déjà Vu

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.


Julio Cortázar.

      Qué extraño, despierto y te veo junto a mí, recibiendo más que aire, más que ésta mengana oscuridad que nos trae la noche. Extraño, pues Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos. Una larga travesía el pestañear de mis ojos, ese abrir y cerrar por volver a encontrarte, porque vuelvas a reinventarte ante estas ventanas, por las cuales mi alma se asoma mientras grita, hacia el balcón hermoso donde se posa tu alma, tal y como Romeo a escondidas se colaba en territorio Capuleto solo para hablarle a Julieta. A eso se resume nuestro juego de miradas, presurosas a su cercano encuentro; sutiles, como tus labios haciendo juego con mis palabras y formando tu sonrisa, fugaz, como el ir y venir de mi reflejo en tus ojos. Es extraño, pues en cada pestañeo era volverte a encontrar, reinventarte como sé que ya existes. Reinventar quizás, a ti, a nosotros. Y no como de costumbre, sino como de Te Quiero. 

De regreso a la realidad, me encuentro aquí. Qué extraño, despierto y te veo junto a mí, recibiendo más que aire, y yo dándote más que sonrisas. Como ayer, como antes de ayer. Como un Déjà Vu.

domingo, 21 de octubre de 2012

Complicidad

Dime que haces silencio
y me piensas más de lo normal.

Es normal, para mí
cuando
hago silencio y
te pienso.

No es tan difícil
cerrar los ojos, hacer silencio
y pensarte
lo difícil está en abrirlos
-mis ojos
y no mirarte.

Te digo: ¡Hola!
y me respondes: No sé.
Te digo: ¡Te quiero!
y me respondes: Yo también.

Te digo: ¡Sonríe!
y me respondes: Lo haré por ti.
Me dices: ¡Te quiero!
y te respondo: Aún no he dejado de sonreír.

Me dices: ¡Hola!
y te respondo: Tal vez.
Me dices: ¡Te quiero!
y te respondo: Una y otra vez.

Porque te quiero el doble.

Te digo: dime que haces silencio
y me piensas más de lo normal.
y me respondes: Es más que normal para mí
cuando
hago silencio y
te pienso.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Poema corto:

Hoy                                                                                                                                                                                                                                te
extrañé.

domingo, 14 de octubre de 2012

Abrázame

Me gusta cuando me abrazas
cuando
me dices: hola
y
me abrazas.

Odio cuando me abrazas
cuando
después de todo
nos toca decir: hasta luego
me abrazas
y
te vas hasta luego.

sábado, 13 de octubre de 2012

Marrón claro

Tomábamos café, yo uno negro y ella un marrón claro. Sentados en la mesita de parque, un poco rayada, hablamos y cuando sin temas nos quedábamos, inventábamos de nuevo, como cada vez, un temita poco relevante para solo no consumirnos tan pronto por ese silencio abrumador, que te llega hasta el tímpano, y aturde. Mientras ella hablaba yo intentaba no verla demasiado, sentía que en cualquier mirada de esas, fugaces, me iba a perder en sus ojos cafés oscuros, aunque brillantes como ningunos. Tenía miedo de mirarla, pues mirarla no era como ver una hoja en el suelo, o ver pasar los autos en la autopista regional. Verla era algo más, era como ver la noche, hermosa. Era como sentarte a mirar y no mirar, sino ver, detallar. Por otra parte, ella me miraba, y sonreía, y me perdí. Por lo cual opté por sonreír también. Aunque ella seguía viéndome y yo indefenso ante sus ojos y su sonrisa, cayendo como cae una gota de lluvia. Y sin ganas de levantarme, mis ojos, temerosos, la invitaron a caer conmigo. 

En ese intercambio de palabras, nuestras tazas con café, ya casi sin café, nos mostraban una despedida próxima. Yo, corriendo con mis ojos hacia aquél lugar donde su mirada solo lograba llegar, sonreí. Tomé el último sorbo de aquél café, y mis ojos y mi sonrisa, ya perdidos en sus ojos y su sonrisa, pronunciaron casi sordos de la sensación y gracias a ese ruido que pronunciaba el corazón, un hasta luego que dejó a mi taza, y a su taza, las ganas de seguir con café dentro, y a nuestros temitas, los dejó con ganas de seguir siendo hablados.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Así y una, y otra vez

Vivimos siendo parte de este ciclo; en el que:

Tú: Rosa desolada
en un jardín de claveles no sabes que
Yo: Primavera próxima a suceder
deseo verte abierta del tallo a tus pétalos y
Él: Árbol de otoño
quiere verte caer
junto a sus hojas ya sin vida para
Ellos: Personas frías como el invierno
puedan con sus suelas de mocasines
y sandalias
pisotearte hasta que a ti dé la gana
de volver a ser mi Rosa.

Y a mí de ser tu Primavera.

Caímos

Cincuenta y un veces han pasado
doce meses, desde que tú...
Tú solo estabas naciendo,  y yo...
Yo estaba apenas a
treinta y tres veces doce meses de nacer.

Tu alma y su reencuentro con la mía,
son las lágrimas que se hacen eternas,
y fue tan efímero el sentirte conmigo,
tan fugaz.

Pasaron doce docenas
de meses a tu lado,
y ya las recuerdo como diez
tal vez en unos años,
como nueve y quizás,
algún día solo te recuerde.

Las miradas entre nosotros han desaparecido,
tu silencio
ahora reina en el universo entero. Y
mi reencuentro contigo es cada noche,
cuando desde el miradero de mi ventana
te pienso.

Han caído las noches frías,
las lluviosas
y hasta las que no parecen noches.
He caído las noches no tan frías
y tú has caído conmigo.

Caímos juntos
como juntos van el cielo
el alba
y el ocaso, caímos pues
tu adiós fue la unión
de nuestras almas.

Y
cuando te recuerdo
vuelves tú
a caer
conmigo.

sábado, 6 de octubre de 2012

Mi Hermosa Venezuela

A algunas horas del día más esperado por muchos Venezolanos, esperado por aquellos a los que le importa más su futuro, que su pasado. Me tomo la libertad de hacer llegar a ustedes, por medio de algunas palabras no tan vacías como otras, aquello que cada uno de nosotros ya debería tener bien claro.

Me atrevo a citar una frase que escribí en twitter hace algunos días atrás: Cuando aprendamos a ser ciudadanos, aprenderemos a elegir un presidente. ¿A qué me refiero con ésto? Pues a lo mal ciudadanos que estamos siendo cada uno de Nosotros, sin calificativos, sin señalar a algún partido o de derecha o de izquierda, me refiero a Nosotros. Cuando una persona exige un buen mandato ¿en realidad sabe lo que está exigiendo? Según mi parecer, un buen mandato consta de: una excelente autoridad, la cual, haga cumplir debidamente cada ley establecida en la constitución Venezolana. Un buen mandato construye buenas relaciones internacionales, no las destruye, gestiona a conveniencia de su país los recursos para cada estado, cada pueblo y, cada esquina que tiene debajo de su mando. Un buen mandato consta no solo de una buena gestión en el poder, sino de una buena participación del ciudadano ante su mandatario. Un buen mandato no se trata tan solo de aciertos, pues jamás se ha visto, ni creo que se verá, un mandato que haya sido totalmente perfecto, el buen mandato se trata, también, de errar, pero más que errar, se trata de saber solucionar estos errores y luchar cada día por una mejora popular. Un buen mandato no señala, no califica, no insulta, no promete. El buen mandato quiere a su pueblo como a una sola nación, lucha por el progreso, sabe como referirse, con respeto, hacia sus opuestos y por sobre todo, construye. En Venezuela, específicamente, no estamos listos para un buen mandato, nos caracterizamos por nuestra libertad, un buen mandato consta restringir y corregir ciertas cosas, por las cuales, Nosotros (y en mayúscula porque somos Nosotros el país de Venezuela) no estamos listos ni para reservar, ni para una corrección directa. Aquí necesitamos a alguien, que con el tiempo y amor a su patria, nos enseñe a que en un país, tan hermosamente rico en tantas cosas, debemos recuperar la pérdida de valores que nos ha ido descalificando entre nosotros mismos, por eso yo opto por el cambio.

Y sí, aún me faltan algunos meses para poder ejercer mi derecho al voto, pero por mi parte, amo a mi país y por ende, me tomé la libertad de dedicarle algunas letras, esto no es por algún candidato, esto es por Venezuela. ¡VOTA! Es tiempo de una mejora para Nosotros.

viernes, 5 de octubre de 2012

A pesar de todo

No hay novedades, sólo ella.

         Es tan ella que reinventa su sonrisa y crea nuevas palabras al hablar conmigo, que tal vez sean las mismas palabras de siempre pero, después de todo, a mí me gusta pensar que son creaciones suyas para hacerme sentir bien algunas veces. Aquí las ilusiones reinan hasta que alguno tenga la fuerza de crear realidad, la fuerza nos la dará el tiempo. "Lento pero seguro" ahí vamos, en busca de ratitos de algún tiempo común, para hacerlos el tiempo no tan común de ambos. Y como todo tiempo, presa fácil de la monotonía.

A pesar de todo, no es novedad que
la cotidianidad sea cosa de no innovar
y a mí me innova
tu
sonrisa.

Cuando se nos haya terminado el tiempo para errar, se nos habrá terminado el tiempo para vivir.

Lágrimas del cielo

Como las gotas que caen llorosas de tiempo, disfrutando un poco su caída y rogándole a Dios unos segundos más de vida. Caen una y otra vez,  caen y rompen el silencio con su llanto sobre estos viejos techos de aluminio. Como la gota que cae y llora porque...

no volverá a caer, otra vez.

jueves, 4 de octubre de 2012

...a ti

De pensares, al pensador...
de lugares, al viajero...
de saberes, al conocedor...
de lecturas, al lector...
de canciones, al compositor...
de poesía, al amor y...
de mí, a ti.