domingo, 24 de junio de 2012

El cortometraje

    Era una tarde calurosa en aquella estación de trenes en la que por primera vez vi el rostro de aquella mujer, aquella mujer que despertó en mi cuerpo aquellas ganas de amar. Era de estatura media, pelo negro, piel morena y una sonrisa que al detallarla irradiaba una luz que sin querer alumbró toda la estación y mucho más que eso, me contagió con aquella inmensa magia. No podía solo verla así que disimuladamente me acerqué y en un tono de voz fuerte y seguro pregunté:

—Disculpa ¿qué hora tienes? -ella muy directa me respondió:
—Son las 3:43PM.
—Gracias. -Le dije. Sin pensarlo dos veces le pregunté: ¿Cual es tu nombre? -Ella con un tono muy despreocupado me responde:
—Camila.
—Que hermoso nombre tienes, mi nombre es Sebastián, un gusto conocerla, ya pocas veces vemos caras bonitas pasearse por estos andenes, para esta fecha pocas personas viajan para tomarse un respiro, la gente prefiere más las ciudades, el ruido y todo aquello del estrés. -Aquella dama casi sin prestarme atención responde:
—Ah si, claro, ahora la gente no sabe lo que es vida. -Justo en aquel momento llega el tren que nos llevaría hasta aquél pequeño pueblito de Inglaterra llamado Castle Combe. Es un pueblo muy pequeño y realmente bonito. Algunos lo califican como el pueblo más bonito de Inglaterra. Me dirigía a aquél lugar con el fin de despejar la mente y en busca de esa musa que se me presenta al estar en un lugar tan hermoso y tranquilo, estaba a la mitad de mi libro y esperaba que al llegar allá poder adelantar otro poco.

    Entramos en aquél tren, ella entró por la puerta número 3 y yo por la 5, teníamos pautados asientos un poco separados. Yo estaba un poco despistado, la noche anterior no había dormido bien y me costaba desplazarme con rapidez. Al entrar fui directo hacia el asiento número 323 que era el que marcaba mi boleto, era un cómodo asiento acolchado, y, por suerte junto a la ventana. Recuerdo que habían varios niños gritando y jugando con sus padres, era algo un poco molesto para alguien que no había podido dormir bien. Vi abordar el tren a dos señoras, muy ancianas por cierto, que hablaban del estado económico del país, me asombró mucho pues no pensé que dos señoras tan mayores estuviesen tan bien informadas. Varios minutos después, a lo largo del tren escucho la voz de una chica hablando por teléfono, no pude evitar escuchar lo que decía, noté que no estaba pasando por buenos momentos y justo cuando en una oportunidad, logré mirar hacia atrás era la misma chica con la que hablé antes de entrar al tren, Camila. Vi algunos puestos vacíos un poco más cerca de ella y con cautela me corrí varios asientos hacia atrás. Logré llegar cerca de donde estaba y sin que Camila se diera cuenta le di un leve susto con un:
—Hola, soy yo de nuevo.
—Vaya, que susto me diste. ¿Ahora qué quieres? Si vienes a pedirme la hora de nuevo son las 4:03PM
Sin siquiera responderle a sus preguntas hice como si no le fuese prestado atención y dije:
—Bonito día ¿no? Ya casi va a comenzar un hermoso atardecer, el día entero estuvo lleno de mucho sol y un cielo azul clarito. ¿Acaso no te parece un hermoso día?
Ella responde con su típico tono despreocupado por lo que digo:
—No tengo tiempo ni ganas para estarme fijando en qué tan bonito está el día o lo muy hermoso que está el atardecer, tengo muchos problemas, así que disculpe, pero ¿se puede retirar?
Un poco decepcionado me mantuve varios segundos en silencio hasta que pude notar lo que sucedía y dije:
—Está bien señorita, me retiraré con gusto. Conserve ésto, es un potecito con miel, alguna vez alguien me dijo que para el camino siempre llevara un poquito de miel para endulzar esos momentos agrios, para suavizar momentos duros. Llévelo con usted y recuerde siempre que esté pasando por malos ratos, probar un poco de esa miel que siempre va a ir con usted, para endulzar su camino. Que tenga muy buenas tardes.
—No te vayas, Sebastián. Podremos hablar un poco. Dijo Camila justo antes que terminara de levantarme del asiento.

Se convirtió en un largo, bonito y agradable atardecer de hablar sólo con ella.

Continúa.

viernes, 8 de junio de 2012

No era locura, es amor.

La tomé de la mano, cuando comencé a sentir su amor hacia mi, la tomé de la mano.

He de conversar con ella cada mañana helada, cada tarde calurosa, cada noche fría. Ella es el punto de encuentro que tienen mis labios y mis ganas de besarla. Respiro distancia, así lograré un día consumirla toda. La tomé de la mano, la llevé a un paseo por el muelle, le mostré un hermoso atardecer y conmigo la llevé a aquel lugar especial donde guardaban reposo los mejores paisajes. De sus labios fríos sale un tímido "te quiero", una sonrisa clara y el enrojecimiento de mis pómulos hace notable mis ganas de decírselo también. Te quiero, le dije con voz clara pero un poco temblorosa. Pues estaba atragantado de tantos nervios que a poco me dejaban respirar. Caminamos por aquél muelle, tomados de la mano, insistiendo cada uno en no querer separarnos.

Recuerdo haber visto un hermoso anochecer, le hablé de aquello que me inspiraba. Le conté sobre mi pasión por ver el cielo en cada noche fría, y mis ganas de escribir que se me gastan pensando en ella. Recuerdo que al haberse ido a su casa la llamé y le dije algo como:
—Oh, sal un momento a la ventana y si puedes ve hacia el cielo.
—Si, ya estoy justo en la ventana y mirando al cielo ¿qué sucede? Respondió ella con un tono un poco extrañado.
—Cuéntame qué es lo que ves en el cielo, cuéntame con detalles que observas. Le dije, nervioso pero con voz que me hacía para ser confiado.
—Veo muchas estrellas, es una bonita noche. No logro ver la Luna desde aquí, pero si se llega a ver un poco de su brillo. ¿Por qué quisiste que hiciese ésto? Está hermoso el cielo y la noche, pero como casi siempre ha de estar.
—Qué casualidad. Le dije. Yo veo un cielo exactamente igual al que tu ves. Veo millones de estrellas, cielo poco despejado y el muy hermoso brillo irradiante de la Luna. Aunque sin que tu te des cuenta, lo que más me gusta ver, es el reflejo de tus ojos en mi aguita de cielo. No estamos tan lejos, date cuenta que vivimos bajo el mismo cielo, y que caminamos sobre el mismo suelo. Estamos cerca, más de lo que puedas pensar.
—*sonrió* y ella en voz baja dice: "Lo mejor de todo no fue ver el cielo y escuchar esas hermosas palabras que me dijiste, la mejor parte estuvo en ese momento en el que pude notarte al salir de tu ventana, mirar al cielo y esconder una sonrisa en aquél lugar al que le llamo, mi corazón."

Fue entonces cuando noté que no era locura, es amor.

lunes, 4 de junio de 2012

Una oscura noche clara

Una bonita noche ¿no? Cielo despejado, hermosa Luna y las millones de estrellas que en el cielo habitan. Una bonita noche de ella, de mí, de nuestras ocurrencias. De hablar, de las palabras. Lo que pienso, lo que piensa. Ya son varios días éstos en los que tuve ese valor de hablarle, la primera vez aquel día en aquella parada de autobús en la cual los dos esperábamos nuestro transporte. Ha de vivir justo a dos casas de la mía. "Tan cerca pero tan lejos" podrían decir, yo solo diré que aún estando lejos lucharé por acercarme. Ésta noche hermosa comienza luego de un hermoso atardecer. Vi como el Sol enamorado hizo sonrojar las nubes. Ahora veo como la Luna solitaria recibe miradas enamoradas de seres que jamás podrán tenerla. Es hermosa, desde mi punto de vista. Hermosa como ella, como quien te hace sonreír si sonríe.

Estoy a punto de perderme en su sonrisa tímida. Cada vez que sonríe se paraliza mi mundo mientras logro imaginar esos segundos a su lado que sé que no olvidaría. Qué bonita noche, me hace pensar que en algún lugar del mundo esté otra persona diciendo lo mismo, o tal vez lo contrario. Me hace pensar que está ella desde su ventana observando el mismo cielo que observaríamos si nos dejáramos ya de ver para imaginarnos juntos. Estoy a punto de gritar que me gusta y que quiero estar con ella. Pero no saben cuan difícil es. Descifraré su mirada, nadaré en sus palabras, a ver si así me encuentro. Porque aunque no lo crean, no hay silencio que no me hable de ella. He comenzado de nuevo el ciclo, la Luna, las estrellas, ella, yo, nuestras vidas y la lucha inminente de mi ser contra mi alma, al no lograr ver en otras lo único que encuentro en su sonrisa. Esa sinceridad, esa ternura, está tan llena de todo que hace ver todo lo demás como nada. 

Corramos riesgos, intentemos algo. La vida está llena de oportunidades y de opciones. Nosotros sabremos si tomarlas o no. Yo ya tomé una, y es volver a lo de siempre, comenzando desde un nada para justo terminar en ti. No hay riesgo alguno, mas que el de pasar de no sentir nada a sentir algo que pocos comprenden. Sigamos por nuestros caminos, aunque tomando en cuenta que podemos cruzar de calle para caminar sobre la acera donde algún otro camina. Hagamos de este ratito de vida, un buen ratito de felicidad, juntos. No importa quien caiga, no importa. Solo importa que siempre esté alguno para ayudar al otro. Aunque no lo veas, siempre habrá un cielo, una Luna, y millones de estrellas que esperan vernos juntos. Asómate por un segundo en la ventana, ve las estrellas, y dime si ves lo mismo que yo. Las estrellas son millones de deseos esperando caer para ser deseados.

Ojalá nos volvamos a encontrar en aquella parada de autobús.