miércoles, 4 de diciembre de 2013

En busca de sosiego hemos encontrado letras de amor

Entrelazar la vida propia con la ajena; que el alma abrace el otro cuerpo, que las miradas sean de fieles amantes. Es invertir nuestro tiempo en el abismo o universo (quién sabe), que existe en los ojos del amado.

Compartir las cumbres y mirar al abismo; que no importe cuál, pues desde el abismo más alto podrían dejarse caer los amantes y volar sin esfuerzo. Soñar universos; hacerlo sin estar durmiendo. Perder y ganar a la vez, la constante batalla entre la certeza y la duda. Ir desnudando secretos, hacer infinitos los instantes. Escribir versos de amor, darse besos con amor y a veces sin él. Incitar al tacto, y que las manos de uno vayan descifrando al cuerpo del otro. Que de ojos cerrados las miradas sean más que eso, que se deguste de un hermoso paisaje. Reposar la vista sobre las cordilleras más hermosas que el hombre pueda admirar, y tocar, y tal vez poseer por un instante. Que sus cuerpos sean cielo y reposen sobre nubes. Hacer constelaciones con lunares. Navegar en mares de piel. Hacer y deshacer la curva infinita que dibujan las sonrisas. Mirar a la afortunada, y ella al afortunado, y nunca querer dejar de hacerlo jamás, y a la mierda la redundancia. Obsequiar los mejores silencios. Y callar. Es encontrar en la otra persona nuestro pedacito de eternidad.

También muchas otras cosas más, quién sabe cuales, yo prefiero callar y seguir buscándolas. Pero sobretodo callar.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Hay rumores

Hay rumores de amor, de vida; hay rumores de amor y de vida, y de silencios cómplices. Ese viento frágil que se cuela por la hendija hasta alcanzarnos, ese viento que nos envuelve el alama y nos lleva al final del camino, como grandes soñadores. Hay rumores de fieles y constantes, hay rumores de grandes amantes. De aquí al lugar donde nos perdimos, tú y yo, yo y tú, nosotros; en aquél lugar donde nos dejamos, donde nos vimos y donde nos quisimos allí por siempre. Ese lugar donde estamos juntos y felices, con lágrimas de tristeza y sonrisas de melancolía, pero felices de tenernos juntos. Ese lugar es mi lugar; mi lugar es sobre los desiertos de tu pensar, sobre las cumbres de lo que sueñas, mi lugar eres tú.

Hay rumores de amor, de vida; hay rumores de que no va a ser suficiente. Hay rumores de eternidad, de un por siempre; hay rumores de ti.

jueves, 29 de agosto de 2013

Caridad

Y de qué manera nos quedamos tú, yo y nuestro amor en medio del parque y sus árboles; en medio de las plazas y su gente; en medio de todo esto que nos separa. Caminando en direcciones casi opuestas, econtrándonos de nuevo para mirarte y decir: "Me encantan tus ojos." Para soñar con el horizonte en el que se ha convertido tu perfil; para besar tus cumbres y abismos; para hacer mi eternidad más amena.

Pero de qué sirve, si mis cumbres van mucho más allá de lo que tú puedes llegar a ver, y no las ves porque no quieres levantar la mirada. Me has dejado bajo un mismo cielo pero casi sin ti; con dudas, contigo, sin ti. Es imposible no pensarte (en estos momentos), no dejas de ser eternidad, te convertiste en letras que no se extinguen; trasciendes. Tú eres ese lugar que me encanta frecuentar pero en el cual no soy bien venido. Tú eres parte de lo que me falta, y todo lo que me sobra. Yo soy en ti lo que quieres y tienes, pero que no presumes. Yo soy de ti lo que tienes, y no te hace falta. Yo soy lo que adquieres, usas, y luego olvidas. Amor.

Pero de qué manera nos quedamos tú y yo en medio de lo que somos y lo que queremos ser, mirándonos en direcciones opuestas. Y nuestro amor ahí, en medio del parque y los árboles; y nosotros aquí, mirándonos despacio preguntándonos en qué nube nos hemos dejado de querer.

domingo, 18 de agosto de 2013

A orillas del lago soledad

Pero qué sentido tiene... sabes decir mi nombre, pronunciarlo a la perfección, tú sabes sentenciar mi vida, pasé de estar muriendo, a querer estar muriendo junto a ti. Qué insolente. Has jugado con cada columpio dentro de mí, subes y bajas, subes, y subes, y subes, y te quedas arriba; luego bajas en caída libre, y yo libre de ti y de todos, te sostengo en mis brazos de nubes que no te quieren dejar ir jamás. Y sobre tu pecho de algodón, recostarme hasta soñarte de nuevo, y en mis brazos de paz, mantenerte de pie. Y saber que si tropiezas: aquí estoy. Que no estarás sola, porque la soledad es lo contrario al cielo de mi presencia junto a la tuya. Porque el lago sobre el cual estoy a la deriva, encontró su orilla de lado a tu pequeña isla, donde me preparas la bienvenida con un muelle lleno de botes espectaculares, y un hermoso atardecer. Donde llegan aves de distintos lugares del mundo, se detienen, quién sabrá qué harán ellas allí; pero allí están, adornando, quizás, el lugar donde tú, y yo, estamos juntos sentenciando nuestras vidas, a quién sabe qué, pero sentenciándolas a algo mejor de lo que ya son. 

Pero cae la noche, y las aves se van. Los botes del muelle ya casi no se distinguen. Solo existe una luna turba sobre el lago, y otra muy decidida sobre nosotros. No existe ya el atardecer, y la oscuridad es parecida a la soledad que nos alimenta de tristezas. Tú te ves hermosa, y cómo no. Y yo me veo en ti, y sobre el lago nos veo a nosotros, turbos, casi abstractos. Hay estrellas. Tú existes como queriéndome incompleto, como sabiendo de mí, solo la imagen turba del lago, sin levantar la mirada, ¡y mírame!: aquí estoy. Sentado a tus orillas porque mi deriva es más triste que tus abismos; y yo solitario, en medio de la nada, existo menos que solitario, en medio de ti, y tu compañía. Querida.

miércoles, 31 de julio de 2013

Secuencia de sentido común

"¿Qué me pasa?" Eterna pregunta, ¿quién me la responde?, se les agradece el favor. Qué pasa, si tu nombre, que me da paz, no me deja mantenerte distante. Estás, y sin irte lejos: comienzo a extrañarte. Porque no son lo mismo tus abrazos cuando no estás dándomelos en este preciso momento; y si los extraño es porque en el recuerdo que tengo de ellos, tu calor es lo único que les falta. ¿Qué me pasa?, sigo con la interrogante. Aún no sé la respuesta; puedo seguir diciendo que tú distante, no eres más de lo que eres cuando existe cercanía entre tú y yo; entre nosotros. Me hace falta tu presencia, tu paz. Me gustan tu cielo y tus nubes, me gusta tu mar, me gusta tu suelo, me gustan tus cumbres y tus abismos; me gustan muchas cosas. ¡¿Pero qué me pasa?! Quién sabrá. Si lo único que yo sé es que tu compañía es paz y hogar para mí. "Qué divina incomodidad de tenerte, y no tenerte." No te vayas, no te alejes; no te dejaré ir, y si te alejas, nos alejamos. Déjame existir en ti que si te extingues, me extingo.

¿Qué me pasa? Ya lo sé.

Tú, tú eres lo que me pasa.

lunes, 8 de julio de 2013

Dibujándola, escribí

Es como despertar en un sueño, como ir de silencio en silencio continuando la eternidad de tu sonrisa. Como descalificar defectos, quién sabe qué es; pero es como mirarte y traducir tu mirada a todo lo que me gusta de ti. Porque tu sonrisa desviste a mis tristezas, porque tú adviertes los malos augurios. Porque tus labios son poesía si me besas, porque tienes una voz poeta y un aroma a jazz. Tus certezas son un blues, y lo que nos separa: agonía. Tus abrazos son un descanso sobre las nubes, tus manos el universo que alcancé a tomar en mis manos. Tu cabello es la melodía del saxofón que cae como el agua cae del salto más alto del mundo. Tus dientes son obras del museo más prestigioso, y tus pies dibujan un camino sobre la vía láctea. Tu voz es mejor que un concierto escrito por Tchaikovsky, y si haces silencio por un momento, tu silencio es el arte de saber soñar despierto. Qué se yo qué eres, y podría seguir dándole símiles a todo lo que veo en ti, pero qué más da; tú eres más que todo eso junto, tú eres hermosa.

domingo, 7 de julio de 2013

Mi felicidad

Si despertase más allá de la realidad, sería justamente cruzando la línea que nos separa cada vez que me abrazas para decir: hasta luego. Es esa la misma línea que nos une cuando desde cierto punto, nuestras miradas juegan a los cómplices y encontrándote me abrazas para decir: volví. Y ¡vaya que volviste! Si estar contigo es la tregua que mencionan mis tristezas, es saber que en ti está mi soledad favorita, y no porque estés sola, ni yo solo; es por que soledad es lo que queda del mundo después de que te tomo de la mano. Y el silencio me gusta más cuando lo dicen tus ojos, y las tardes me gustan más cuando las dice tu sonrisa, y la ciudad me gusta más cuando la dice tu compañía. ¿Y qué puedo hacer? Si de alguna manera me alcanzaste en el maratón, no sé si bajé la marcha, no sé si apuraste el paso, pero me alcanzaste y ahora estás aquí, justo ahora junto a mí, y si te digo que no me quiero alejar de ti es porque en el mundo que me cuentan tus certezas me siento a gusto; porque mi paz es tu virtud de saber pronunciar mi nombre como lo haces, dándole un significado que yo no conocía. Pero eso no es para mí lo que realmente significa tu nombre, pero cómo explicar algo que no entiendo y no quiero entender. A veces el significado de las cosas está en lo incógnito, en lo que no se puede deducir, en lo intrigante: como el universo. Por eso tu nombre, que ahora significa muchas cosas dentro de mi mundo, está a punto de pasar a ser más que tu nombre: mi felicidad.

martes, 25 de junio de 2013

Mentiras

La llovizna descansa cayendo sobre sí misma, llorándose. La ventana descansa admirando el paisaje, lamentándose. Seguimos devastados por lo que no podemos cambiar, siempre somos o llovizna, o ventana. Caminamos hacia el final, según la vida es un camino, y uno es libre de elegir, pero eso es mentira. Yo intento caminar hacia atrás y eso es imposible, no somos libres de hacer lo que queramos; sino yo estaría en este instante mirándote a los ojos y recitándote algo que escribí para ti pero que aún no me digno a hacer público. Eso significa la vida: algo que no podemos cambiar. Y siempre nos toca ser conformistas y acostumbrarnos a lo que está entre nuestras manos lograr; es como nadar boca abajo, debes alzar la cabeza para tomar aire, no puedes nadar y ya, algo no nos lo permite. Después de todo no somos más que humanos, y a veces soñar no es suficiente. Ser inconformista: mi vocación y maldición. No escribo de vez en cuando, de vez en cuando me traduzco, es decir: escribo para saber cómo me siento. No estoy seguro de lo que puedo llegar a sentir, es complejo porque ni yo me entiendo a veces. Algunas veces puedo caminar mirando al cielo y me siento bien, es interesante porque veo todo desde un punto de vista distinto. En cambio hay días en los que camino mirando al suelo porque sé que alzando la mirada, entre tantos comunes, no encontraré nada que me abrume. Pero qué discordancia, qué vacío, qué mentira.

Eso es todo: mentiras.

domingo, 23 de junio de 2013

Lunes por la mañana

Se mantenían claras las distancias, para a la hora de acortarlas saber el camino de memoria. Una ventana entreabierta con una tarde gris detrás, el silencio de lunes por la mañana y la compañía de los fieles al descanso. Se miraban, y como Cortázar: jugaban al cíclope. Era difícil separarse de la cama, que estaba llena porque entre los dos no cabía un alma más, y no por falta de espacio. Frente a frente se miraban como dibujándose sonrisas, y al cerrar los ojos se miraban como soñándose felicidades. Sus manos reclamaban un cuerpo ajeno como propio, y sus labios, sobre la misma lucha, se defendían de algún portazo que pudiese irrumpir su vocación de amantes. Los cuerpos se mantenían en una constante lucha por la unión física, pero  nunca fue posible; era necesario cerrar los ojos y dejarse hacer por el acto. Era un espectáculo para los cuerpos el ver ambas almas desnudas y administrando bien las distancias, es decir: suprimiéndolas. Y todo iba al compás de la ventana y la tarde gris del lunes. El tacto jugaba papel importante entre ambas historias: él la miraba. Ella asumía su rol de dama y lucía un hermoso desvestido. La continuación estaba detrás de todo lo que ya habían logrado, era como caminar de espaldas para no tener que voltear al recordar. Estaban ahí, frente a frente y desnudando los hechos, deshaciéndolos porque el futuro no existe, es decir: dejándolos ir con el pasado. Ya vendrán nuevas estadías, tal vez la tarde de un martes soleado, o la mañana de un domingo con el dominical sobre la mesa. Y mirándose los cíclopes, desdibujándose para volverlo a hacer, caminaron de espaldas al futuro.

miércoles, 19 de junio de 2013

Jugando a ser funambulista

Y mirarte en silencio, y versar tu silencio para que cuando quieras, puedas leerme los encuentros; los nuestros, o los tuyos diarios, o los de alguien más, quién sabe qué. Pero no importa, a mí me gusta sentarme y mirarte hablar, porque sonríes y el mundo cambia, y el silencio es más liviano, y la soledad menos certera, y tu compañía más agradable de lo normal. Sí, yo podría sentarme a detallar tus horizontes, y pincelarlos con lo poco que me queda después de que te vas; como vas y vienes, como las olas en el mar, y yo jugando con los silencios que quedan después de las despedidas. Parafraseando tu nombre, dándole el significado que en ti, desde mí, merece. 

Y seguir viéndote como descifrándote, como queriéndote entender los defectos y armándote de lo que sabes ser de aquí hasta donde llegues. Jugando a ser funambulista sobre la línea que dibujan tus horizontes; y escribiéndote miradas en los ojos, y sonrisas en los labios, y sonidos del cielo en los oídos. Y así, con los pies sobre el cielo, soñando en el final todo lo que está por comenzar. Y seguir, con los ojos sobre el cielo, dibujando estrellas en tus hombros, y universos en tus ojos para que si de alguna manera decido perderme, sea detrás de la infinidad de tus miradas en las que ya casi me he perdido. Y sin arrepentimientos, podría seguir jugando al sube y baja entre tú y yo, disfrutando del instantáneo y enigmático momento en el que ya no estás y nombrándolo como final feliz. Porque cada día llega a su fin, y después de ti, viene la felicidad; después de ti, llegan los buenos augurios; después de ti, no hay nada más que lo que sigue siendo parte de nosotros, ese algo que vamos construyendo, ese algo que por alguna casualidad nos une. 

Y siendo víctima del azar al que muchos le llaman vida, apareciste siendo la correspondencia de todo lo discordado.

viernes, 14 de junio de 2013

Primeras nupcias

He estado releyéndome, o releyendo algunos escritos míos o de algún otro escritor intentando recrearte, ver a lo que me refiero ahora con: Sonríes para cambiar el mundo. Y siendo más directo: Sonríes para cambiar mi mundo. Y aunque he leído algunos versos que se parecen a lo que tú significas, no hay ninguno que te dé el significado justo. A ver, aquí no hay nada más que un montañista en ascenso, subiendo una cuesta y armándola a la vez: "¡pero qué complicado!" Incluso podría decir que si me miras, y te miro, existimos mejor. Hubo algún verso, de alguna vez, inspirado en vientos despistados diciendo: "Tu mirada adjudica a mis defectos el deseo de perfección." ¡Vaya!, qué mirada la tuya, ¿no? Tu mirada, y tu sonrisa, y tu nariz, y tu cabello, y tus manos... qué alentador suena todo eso junto. Juntos, tú y yo, ¿mejor? ¡Nosotros! No sé si es ilógico escribir esto ahora, pero qué mas da, si tú eres hermosa desde tus defectos hasta la curva infinita que dibuja tu sonrisa. Y sí, no tardé en darme cuenta: ¡qué afortunado!

martes, 11 de junio de 2013

Las buenas imágenes en el desfile

Desfilan imágenes fijas de: tu sonrisa. Ah, imágenes que las fijo bien para no perderlas. Recorriendo caminos y analizando como he de hacerlo cada noche, y por si te importa: lo hago cada vez que me miras. Así administro mis recuerdos, digo, los administro cambiándolos de posición; me refiero a que, si tengo primero a tu mirada y entonces cierras los ojos, adelanto a tu sonrisa para enterarme de que aún existes. Y si por alguna casualidad dejases de sonreír, jugase entre laberintos y acertijos hasta descifrar o tu mirada, o tu sonrisa. Pero qué mas da, yo sigo en el parque, en el tobogán, en los columpios y casi siempre en el sube y baja que administro, también, en mi imaginación. Así voy jugando, y creando. La arquitectura en mi mente es, tal vez, una de las más complejas que haya visto jamás, ¿que cuántas he visto? No sé, tal vez dos, o menos. Pero si mi mente desviste siempre al mundo, y ramifica cada dirección posible, y analiza posibilidades, y piensa en el después, y... ¡Sí! Es eso, el después, ¿qué viene después? A veces no sé por qué me preocupo tanto. Sí, pre-ocuparse, significa ocuparse de lo que aún no ocurre, qué ilógico significado. Siempre ando advirtiendo tristezas, a ver: decepciones, me refiero. Nunca son buenas, y si me las juego con tu mirada y con tu sonrisa, si se desaparecen, seguro habré advertido mal a las tristezas. Ellas no saben el daño que causan. Son imprudentes, como muchas de las cosas que sentimos; también la rabia, pero más que todo: el amor. Qué imprudencia, aparece cuando tú sonrisa existe, en vez de, no sé, aparecer cuando tú y yo nos vemos. Y también lo creo, sí aparece cuando nos vemos, creo haberlo visto. Pero creo en muchas cosas que tal vez no existan también: en que las estrellas fugaces son un deseo, por ejemplo. También creo en que cuando alguien mira a una persona fijamente a los ojos, siempre se le escapa un poquito de alma. Así es, las miradas alimentan, aún la mirada del ciego alimenta. Yo pienso así: el ciego ve lo que yo no quiero ver; quiero decir: el ciego ve el mar cuando quiere, ve corazones cuando quiere, ve nalgas cuando quiere, y si quiere ve el universo también. ¿Que cómo ve todo eso? A ver, si yo cierro los ojos imagino lo que ya existe, pero el ciego... el ciego crea, puedo decirle que el mar es azul, y puede preguntarme: "¿cómo es el azul?" Y yo responder: "como el cielo." Y él preguntarme: "¿cómo es el cielo?" Y yo responder: "mejor dímelo tú, que ves lo que yo no." Así pasa cuando yo cierro los ojos y te imagino, te imagino y no te creo porque te vi y existes, pero esto va mas allá de la imagen fija de tu sonrisa, o de cuando me miras; cerrar los ojos e imaginarte es crear lo que aún no existe: nuestro amor, por ejemplo.

domingo, 26 de mayo de 2013

Certezas

A veces se puede cuestionar un estado de ánimo; me refiero a que uno puede preguntarse, por ejemplo: "¿De verdad la amo?" Lo cual es una excelente posición para el gallardo; quiero decir que la duda es un beneficio. Se puede caminar pensando en posibles respuestas, y uno tiene la mente entretenida. A veces se puede cuestionar un estado social; me refiero a que uno puede preguntarse, por ejemplo: "¿Será que estoy siendo de clase media baja por no saber administrarme y no por no tener?" Y la duda vuelve a ser héroe. Pero ninguno de esos son el punto, la duda es un beneficio que duele; pero hay algo que duele más. "Flébil, como las certezas." Es más doloroso cuando no puedes cuestionar, cuando no tienes elección. Cuando estás de pie, mirando al suelo, o al cielo, pensando: "No la amo." Sin beneficios, así, con sangre fría; como la certeza. Como cuando caminas mirando al suelo, y esta vez solo mirando al suelo, pensando: "¿A dónde voy y por qué no llevo a nadie conmigo?" No te da tiempo de cuestionar la compañía, ni el beneficio de dudar si la mereces. Esa es la peor parte, no es estar solo, es tener la certeza de estarlo.

martes, 21 de mayo de 2013

Desahucio

Muy común es sentirse mal; cuando uno se siente mal uno puede decir: "Me siento mal porque no salí bien en el examen." O, "Me siento mal porque se fue y no se despidió, la extraño." O, "Me siento mal porque las cosas no me han salido como he querido." En fin, cuando uno se siente mal, siempre tiene excusa. Igual cuando uno se siente bien, muy común es sentirse bien; siempre uno puede decir: "Me siento bien porque he salido bien en el examen." O, "Me siento bien porque estoy con la persona que amo." O, "Me siento bien porque la mayoría de las cosas me salen como quiero." Siempre se tiene un porqué, y uno tiene donde excusarse. Pero ese no es el punto, todo está en el punto en el que llegas y dices: "No me siento bien, no me siento mal; no soy feliz, ni miserable." No tienes excusa, ni argumento, ni causa; solo una pregunta y sin respuesta. Así me siento ahora: vacío, y creo que eso es lo peor. No es sentirse mal, lo peor es no sentir.

lunes, 13 de mayo de 2013

Tormentas, calma, niebla, olvido

Ahí nos continuábamos, éramos la representación clara de lo que nos cautiva; y no hacía falta más porque nos bastábamos. Te deshacías de todo lo que te molestaba: la ropa, por ejemplo. Y yo, como fiel tormenta, revolvía el mar que recreaba tu cabello. Seguíamos tirados ahí, después de todo, ahí era donde queríamos estar: juntos. Mirando al cielo, con manos de vuelo, y pies de buen aterrizaje. Después de la tormenta, vienen las almas, exhaustas. Eras erudita en el idioma que acabamos por dictaminar como sacro. Y ahí, donde la posesión tiene solo tres versiones del verbo: te poseo, me posees; nos poseemos; decidimos por caminar de manos atadas. Rodeado el muelle por nuestra presencia, deleitado el atardecer por nuestra presencia, y en nuestra presencia, somos más que dos. Así, bien, más que bien, no sé si más, tal vez sea solo: mejor. Quién sabe si detrás de tú y yo, en general, o detrás de nosotros, un plural con deseos de singularidad, existamos de verdad. 

Pero qué sigue, si ya nos continuamos, ambos somos la continuación y seguimos incompletos. Aún en la tormenta, y tirados viendo al cielo. Porque ahí nos continuamos, sentados en el banco de Plaza Caracas, con los borrachos y sus botellas, con el chavismo y sus fanáticos. Con la pobreza, más que nada; continuándonos con la mirada, siendo ricos y admirados. Sí, claro, si como tú me miras, ninguna, y eso debo agradecérselo a tus ojos. Y ahí, bastándonos demás, representándonos con nombres y apellidos, porque hasta eso poseemos el uno del otro. Como tu nombre que me da tu atención cuando estás despistada, sentada en el banco de Plaza Bolívar viendo a las palomas alimentarse mientras les arrojas migajas de galleta ClubSocial. Y ahí, tú y yo, incomprendidos, sentados frente a frente en ese vagón de tren, de lado a una puerta que abre y cierra con descuido de si entras, o salgo. Como si nada, mirándonos y ya, así nos poseemos: con la mirada, y de raticos con las ganas. Pensándonos más que teniéndonos, porque así nos da más tiempo de bastarnos el uno para el otro.

Y ahí nos continuábamos, ahí, ustedes digan donde nos prefieren, que nos representan con críticas propias de ustedes y con todo derecho de autor. Que yo nos represento ahí, yéndonos, atados de manos, en el olvido.

jueves, 9 de mayo de 2013

De Blues en Jazz, y viceversa

CONTRADICCIONES

Era sencillo estando delante de tus ojos, como alguien que confía en sí mismo frente una opinión ajena. Ya sabíamos; tú delante de mis ojos, y era sencillo, como alguien que se magnifica frente la opinión ajena. Frente a frente nos servíamos de espejo, yo te veía mirándome, y tú me mirabas mirándote. En resumen: éramos lo mismo en proporciones distintas, y mirarte era como traducir mis temores y enfrentarlos ganando la batalla. Sabíamos más el uno del otro que de nosotros mismos, y nuestra ignorancia era la clave para descifrarnos.

Pero qué importa eso, si ya no bailamos en el mismo salón. Ni tus pasos van después de los míos, ni los míos anteceden a los tuyos. Tu tocadiscos canta un Jazz, el mío un Blues, y aunque ambas sean melodías de paz, no son lo mismo. Cualquiera que se detenga a apreciar el blues del viento, se da cuenta que no es el mismo jazz de los árboles; y así andamos, de Blues en Jazz, y viceversa. Confundiendo el dulce piano de Nina con la majestuosa trompeta de Miles. Creyéndonos sabios de ambos géneros; pero daba igual, porque nuestra ignorancia era la clave para descifrarnos. Y si a Robert Johnson lo confundíamos con Louis Armstrong, no tardábamos en darnos cuenta de que una trompeta a la que le encanta el Jazz, no es una guitarra a la que le encanta el Blues.

Y así fue siempre, parecidos pero no los mismos; coincidencias. Pero como todos sabemos: el Blues no es lo mismo que el Jazz, y viceversa.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Otra Por José Augusto Subero

TIEMPO EN FEMENINO 

Él miraba incrédulo como Ella, su princesa, su delirio nocturno, su té que quita el frío, era vilmente asesinada por ella misma. Todo había pasado tan rápido, no había tenido tiempo ni para el tiempo que había decido coger. Porque así son las cosas: siempre se nos escapan cuando menos lo creemos, y luego creemos que la culpa es nuestra por no haber prestado el suficiente cuidado a eso que tanto amábamos. Qué cruel e injusto es el tiempo; sin querer arrebató de sus manos a tan incurable diadema y juró castigaría de sus ojos a cualquier lágrima que osase a salir y rodarle por las mejillas. Arrebató porque siempre hay que echarle la culpa a alguien. Aunque de su muerte -como de la de todos- el único culpable casi siempre es uno mismo. Porque así son las cosas y así el tiempo: un maldito transeúnte de corazones que va limpiando de la sangre cualquier rastro de dolor y tristezas. Pero yo sí sé que su magia es inservible ante El Recuerdo. "El Tiempo", si escuchamos con cuidado "Tiem-po", qué molesto suena! qué poca y mucha esperanza nos regala ese nombre... "T-ie-m-po". Nunca podremos saber de qué lado juega: del que pierdo y gano o del lado que disfrutan los que no me quieren ver feliz. No sé. Nadie sabe. Ni siquiera se sabe si es dama o dragón. Creo que Tiempo es un dragón-mujer; con su superpoder calcina los huesos y dientes de todo aquel que se resista a servirle o esperarle. Qué desgracia!, Qué desgracias causa esa sucia y vil serpiente escupe fuego!, Qué dolor causa cuando nos derrite las esperanzas por no haber querido acostarse con ella. Tiempo jamás habría podido ser hombre. No sé por qué, pero nunca habría podido ser humano. Nadie es capaz de ser tan justo siendo injusto y nadie habría podido dar dolor mientras curara. Y así son las mujeres: hacen lo que no pueden haciendo lo que quieren, y todo sin darse cuenta. Nos destruyen los labios con sus besos de fuego y luego nos reprenden por ya no tener labios para besarlas... ¡Tiempo y mujeres!, ¡Qué ilógica metáfora!, ¡Qué ilógico como todo! ... Sé bien  que tiempo es más que la distancia entre un momento y otro, que es más que una medida creída exacta de la vida que vivimos, y también sé de trucos para hacerle desaparecer por momentos, momentos que a su vez es el mismo tiempo, y por eso el tiempo nunca desaparece, pero para el amante que besa sí, y todos nosotros somos amantes que besan: aún cuando no hayamos besado jamás al amor de nuestra vida. 

Lo último Por José Augusto Subero

METÁFORA 

Escribirla a ella es reinventarme a mí mismo; reinventar el momento exacto y el tiempo exacto en que mi corazón le da por dejar de latir; el momento en que mi mirada se escurre juguetona ante la suya y el horizonte. Escribirle a ella es como cuando Oliviera escribía a la Maga en la misma cama donde sollozaba Rocamadour enfermo... Y no encontrarnos siempre, y encontrarnos casi nunca, y perdemos casi siempre, y no callarnos nunca. Escribirla a ella es como dibujar un lienzo oscuro con un óleo negro y no tener la culpa porque el cuadro sea del agrado de los otros. Dibujarla a ella es como prender en fuego los retratos del mil novecientos donde los abuelos habrían de jurarse amor eterno, y a su vez, poder encontrar entre sus besos tan femeninos el color de la mañana. Quererla en silencio es como no saberse el nombre de la madre y querer jugar con los hijos de sus hijos. Y no respirar. No respirar porque no se puede. ¿Quién podría respirar cuando se camina por la nubes de cemento con las manos amarradas en el cuello?, ¿Quién?. Y caminar con ella se parece a bailar la danza de los muertos en los mares del Paraíso, y parecerse al niño de la Av. Bermudez que juega con el hipo y la chupeta. Escribirla... Escribirle... Escribirnos es andar de árbol en árbol y de hormiguero en hormiguero, de gota en gota, de espuma a fuego. Si ella supiera... Oh, si ella supiera... Si ella supiera lo mucho que la pienso, lo mucho que la pienso en la ducha y en la almohada.... Amor, cuánto no sabes y cuánto te pienso!

martes, 7 de mayo de 2013

Celos

Este egoísmo que me invade cuando se trata de ti, insolente, arrogante, caprichoso. Se traduce, tal vez en: o eres solo mía, o no eres mía. Qué desastre este egoísmo cuando se trata de ti, no quiero en ti otras manos, ni sobre tus labios otros labios, ni siquiera quiero en ti otra mirada amante que no sea la mía. Pero eso es lo de menos, mi egoísmo no es con quien te ame, sino con quien amas. No me importa (me importa menos, quise decir) que te miren otros ojos, ni que te toquen otras manos, ni que te besen otros labios; lo mío es más hacia ti. Me importa que te miren otros ojos, y te des cuenta; me importa que te toquen otras manos, y tú las aceptes; me importa que te besen otros labios, y que tú... y que tú los ames. No desconfío, no me entristezco, no sonrío ni siquiera, es simplemente: egoísmo. Es que tú, que te traduces a lo que eres, tan bonita, de personalidad tan querible, de labios tan besables, de manos tan moldeables, de cuerpo tan abrazable y de sentimientos tan amables, me tientas a quererte solo para mí. Pero eso no existe, porque tú eres libre, y yo egoísta. Y en la distancia es obvio que encuentres a otro que descifre tus acertijos y tus laberintos, aún mejor de lo que yo lo he hecho. Y es normal, que teniendo en el recuerdo tus labios, y tus manos, y tus ojos, y tus abrazos, me dedique a hacerlos tan míos que me niego rotundamente a compartirlos: ¡O eres solo mía, o no eres mía!

lunes, 6 de mayo de 2013

Ausencia

Tu nombre: Francia. Casi como la misma Francia, el país. Parecida a París, hermosa, sutil hasta donde se ve. Tu nombre, que es más que un recuerdo, cada vez es más longevo. Y, ¿qué puedo hacer? Si te fuiste y no te despediste. Bueno, ese "te fuiste" es tan relativo como mi felicidad, porque siempre te siento aquí. Yo sé que estás aquí, observándome, cuidándome, yo lo sé porque me lo has dicho. Me han gustado esos encuentros, aunque demasiado fugaces, en los que en un sueño, vienes, me miras con tus ojos de ausencia, y me recuerdas ciertos puntos que debo tomar en cuenta. Yo sé que son más que sueños, porque tu nombre: Francia, significa más que tu ausencia. Ya casi no lloro recordándote, y sabes que miento. Pero eso no importa, porque sufro de inestabilidad, y sabes que no te miento. Porque tu nombre: Francia, hoy es más que tu nombre hace siete años; es más que el mío, que tú misma me lo diste. Porque a veces pienso, y hoy tengo la certeza de que tu nombre, que te representa en tu ida, me asiste en cada desdicha, en cada lágrima, yo sé que tu nombre, que es más que el país, está tan en mí como entre estas líneas. Pero qué puedo hacer, si hace ocho años mi futuro no se parecía a este presente que, a decir verdad, amaría por completo si tú fueses más que tu nombre en mi recuerdo. Pero qué se puede hacer, si tu nombre: Francia, está ligado en mí, y en un pasado que ya no existe, a eso que te dedicaste a ser.

Qué incierto es todo, ¿qué confirma? ¿Qué nos niega? ¿El presente? El presente dura menos de un segundo, y ni el pasado, ni el futuro existen. Qué haré, si tu nombre, que se conjuga con mis logros, está aquí sin tu presencia. Este optimismo es incierto, mi tristeza es incierta, y tu nombre: Francia, certifica que después de ayer, que te tuve sonriendo en la mirada, la felicidad es inversa a ausencias. Y que lo que sigue es un camino que se recorre tristemente, con tu nombre, y nada más que tu nombre: Francia, escrito en una nube en la que, resguardándome, descansas de tanta tristeza que destilo.
"El placer no está en follar. Es igual que con las drogas. A mí no me atrae un buen culo, un par de tetas o una polla así de gorda; bueno... no es que no me atraigan, claro que me atraen, ¡me encantan! Pero no me seducen, me seducen las mentes, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo que hay una mente que los mueve, que vale la pena conocer. Conocer, poseer, dominar, admirar. La mente, mente Hache, yo hago el amor con las mentes. Hay que follarse a las mentes"


Martín Hache

lunes, 29 de abril de 2013

Mitades

"Según la mitología griega, los seres humanos fueron creados originalmente con cuatro brazos, cuatro piernas y una cabeza con dos caras. Ante el temor de su poder, Zeus los dividió en dos seres separados, condenándolos a pasar sus vidas en busca de sus otras mitades."

Yo sé que tú, mi mitad, sabes que estoy aquí. Y sabes también, que yo sé que tal vez mañana, o tal vez no, te mire y te diga: "Estoy feliz de encontrarte, ahora ven y seamos lo que no fuimos nunca, amor."

sábado, 27 de abril de 2013

Liberales

Sostenía un mate en la izquierda y la derecha al aire. La mirada concentrada al infinito, degustando de un día gris, lluvioso, vacío y en  alguna ocasión, triste. Los recuerdos eran vigentes, caminaba y se encontraba consigo mismo en distintos lugares. Concentrado en el infinito, desde su ventana comenzaba a salir el sol, disfrutaba, ahora con más claridad el sol, mientras caminaba por la Rue Mignon, que hace esquina con la Rue Serpente, para luego llegar al Boulevard Saint-Michel. Bonito día, los árboles, personas y sus mascotas, las parejas, muy enamoradizas, por cierto, tomadas de manos demostrando, casi presumiendo muy inocentemente, sus amoríos, dignos de apreciar. Llegaban a la Fountain St. Michel, degustaban, y continuaban.

Él miraba desde su ventana, con un mate en la izquierda, y ahora, con la derecha sobre la cabeza como peinándose, aunque más bien parecía lo contrario. Era un día gris, comenzaba a llover, casi vacío y tal vez, un poco triste. Con la mirada concentrada al infinito, veía un delicioso atardecer después de caminar por la St. George's Square y atravesando la Grosvenor Rd. Para llegar a tomar un respiro en el Pimlico Garden & Shrubbery, y otra vez, personas y sus mascotas, caminaban, conjugaba su adyacencia, era casi como la de un padre y su hijo, pero sin el parentesco. El amo de dicho animal caminaba disgustado, en esta ocasión disgustado, como reprochando los mismos árboles, las mismas calles, los mismos edificios; casi exigiéndoles un cambio. En cambio, el animal, caminaba entusiasmado, como agradeciéndole a los árboles, a las calles y a los edificios el estar ahí de nuevo para él.

Dejó el mate a un lado para sacudir migajas de alguna galleta que había comido hace algunas horas atrás; era un día gris y él desde su ventana veía la lluvia que caía a cántaros. En esa ocasión, la lluvia, parecía más bien: un despojo de alguna nube que quiso, quién sabe por qué desdicha, deshacerse de todo lo que la desalentaba en ese momento. Esta vez desde una vieja casa, desaliñada, tal vez, de la Rue d'Hautmont, escuchaba desde su reproductor a Sigur Rós en su canción Samskeyti. Preguntándose: dónde estaban las parejas, y las personas y sus mascotas, y los niños y sus padres. Y también preguntándose su pasado, que en ese momento eran solo segundos anteriores, y nada más. La plenitud, es decir, el auge, eran sus interrogantes formuladas desde algún lugar remoto, donde las estrellas, en ese momento ocultas por varias nubes llorosas, brillan más como para uno, y no sostienen un brillo tímido, es más bien: un brillo arrogante; hermoso.

Ya sin mate, el día no tan gris y sin gotas cayendo, el hombre miraba desde su ventana, y se preguntaba: ¿A qué se refiere esto? Si todo lo que somos, lo somos desde y dentro de esta inmensa jaula. El universo no era tan de él como esos pedacitos de tierra. Desde su ventana miraba a parejas cohabitándose, a personas y sus mascotas, niños jugando, algunos adolescentes riendo; veía y se preguntaba: ¿en qué diferían estas personas con respecto a las del St. Michel? ¿O a las del Pimlico? Si como yo las descifro son proporcionalmente iguales. Igual los lugares, all places was the same if he watched them by the same way. Igual que los idiomas, igual que los sentimientos.

¿Puede acaso sentirse alguien esclavo aún siendo libre? Se preguntaba el liberal caminando dentro de una jaula a la que le llamaba: su mente.

martes, 23 de abril de 2013

El juego que pierdo y gano Por José Augusto Subero

Así lo es todo. Porque todo es así, y cuando uno cree que puede no debe y el que puede no debe y casualmente el que no debe casi siempre es uno mismo. Y es como darle la razón a alguien con gusto, y el disgusto de no tener la nuestra es más grande para el mundo que para uno. Así casi siempre son las cosas que yo digo -digo casi porque casi nunca estoy completo. En el auge o en el abismo; casi nunca en el medio; y ese medio es ese "casi", que casi nunca me repito- esas cosas que yo digo y que repito, porque lo que digo es solo mío y nadie más se lo disfruta, ese "creo" -reflexión- ... Y si alguien en verdad me ha escuchado -en pregunta- en la ducha con el agua y el papagayo, porque creo que no es sólo mi mano la que entiende, porque en mi mete siempre pasa la imagen de la puta/la difunta, que segrega mis pesares con su cuca / y en mí nunca cae la sangre hecha pluma. Amor -sin alusión a nadie- quererte a ti es como aceptar la vida de un difunto, o llegar cansado y lamer a mordisco la sartén en el lavabo; vos sos quien entre tos me mostraste la locura, y en tu muerte fui feliz al conocerte. Y me contradigo. Y no se entiende otra cosa porque no me gusta. Y me quedo. No me voy. ¡No me callo! -más que menos-. No me llevo de las buenas con el burro, aunque diciendo eso soy más burro que un camello. ¿Parentesco? --Claro, casi como el de mis huevos y el murmullo. En suspenso, rimas con las letras y tus manías / compañías cuerpo a cuerpo cortan curandera coco a coco cerca ceja comes caraotas y con... Amor, -sigo sin dar fe ni mucho menos- fue tu perro el mejor de mis amigos, adiós. Todo esto en viceversa. Versas con las rimas de mis dedos / en la nuca. Y eres la victoria del juego que pierdo y gano. ¡Lotería! 

sábado, 20 de abril de 2013

Nada

Estoy necesitando caminos, los recorridos ya no me abruman, y los que tengo en mente no me intrigan. He perdido el entusiasmo para todo, o bueno, para casi todo. Nada se ve tan bien como algunas otras veces, las recaídas son prolongadas y seguidas. Algo pasa, seguro que algo pasa, y más seguro aún de que ese algo es: nada. Nada, ¡pero qué cosas! Nada. Nunca "nada" me importó tanto, o me hizo sentir mal. Han cambiado los vientos, todo parece contradecirse, nada parece tener suficiente sentido, a veces me río, a veces sonrío, a veces: nada. Qué no ha pasado, me pregunto. Espero que algo pase, pero ¿qué es? Estoy seguro que si yo no lo sé, alguna otra persona tampoco lo sabrá. Estoy en esa fase en la que lo que me interesa, lo que no, lo que quiero hacer, lo que hago, lo que no he hecho, lo que pienso, lo que no pienso, lo que pensaré; donde ni el presente, ni el futuro, ni el pasado, son suficientemente importantes como para salir a reclamarlos, si acaso, vivirlos. Me pregunto cuando, "nada", se convertirá en algo interesante. Tal vez "nada" sea algo interesante pero que aún no noto, seguro, soy pésimo descifrando acertijos, más si son de vida, o tristezas, o alegrías. Soy malo construyendo puentes, de esos que te llevan de aquí a la bienaventuranza. -La felicidad es un puente que te aleja de una malaventura, pero al final de él está otra esperándote.- Se ven muy felices, al parecer sí son buenos construyendo puentes, largos y anchos, donde caben muchas personas. Yo no puedo, creo, nunca he sido capaz de darle permanencia a esos puentes, son cortos, y angostos. A veces creo que lo prefiero así, donde no quepa mucha gente, siempre serán menos las decepciones. 

Seguiré, de aquí hasta allá, donde Dios tiene algo preparado para mí, seguiré haciendo lo que me desanima, para llegar al abismo y socializar con los caídos, y subir luchando para luego, en la cumbre, mirar hacia abajo y decir dejándome caer: ¡Excelente! Aquí voy de nuevo.

domingo, 14 de abril de 2013

Siempre el mismo día

...declaré, a las 00:00 horas del décimo tercer día del mes Abril, mi día concluido.

Eran las cinco treinta AM del décimo segundo día del mes de Abril, y apenas comenzaba, tediosa y monótonamente, un día distinto. A las siete con diecisiete minutos logro separarme de la cama. Una mañana común, hasta donde iba. A las ocho con treinta y seis minutos de la mañana estaba listo para salir a materializar mi día. A las ocho con cuarenta y tres minutos ya estaba abordo del transporte que me llevaría, a donde ningún ser humano es desasistido. A las diez con cincuenta ya estaba ahí, junto a personas desconocidas, y suelos desconocidos, esquinas desconocidas, miradas desconocidas. Diez minutos después, la vi: perdí la noción del tiempo. Eran sus ojos, acaso, un despojo, me preguntaba. Era su mirada, acaso, un reencuentro, me preguntaba. Era yo, acaso, posible frente a ella, me afirmaba el verla a los ojos. Quién sabe qué, quién sabe dónde, pero por donde nosotros caminábamos era un lugar distinto, o al menos así lo creí. Nuestras manos luchaban suavemente, colonizándose, saboreándose, reafirmándose, y nosotros, nosotros nos mirábamos, sonreíamos y nos quisimos, o al menos así lo sentí.

El futuro era insignificante, el pasado no eran recuerdos, sino verdades ausentes. El presente era lo único que teníamos, nuestro tiempo, nuestros pasos, nuestros caminos los colonizábamos de manera sutil y con un beso cómplice. Su sonrisa, la mía, su mirada. la mía; mi desasociación con el tiempo y sus miradas que me marcaban los recuerdos. Fuimos novicios enamorados, fuimos pareja durante años, los sustentadores de un hogar, y sin embargo: no fuimos nada. Fuimos, y ahora sí del verbo ser en su máxima expresión, los representantes legales de las miradas delincuentes que nos robaban la imagen de a raticos, y los besos de piquito. Éramos continuidad; más la complicidad que nos reíamos. Un beso y su continuación: ella mirándome a los ojos. Un beso era descifrarnos y darnos a entender. La poesía era un adlátere que no se alejaba, se respiraba. Ella me recitaba su mirada, y lo sabía. Yo le recitaba sonrisas, y lo sabía. Crecíamos, lo nuestro fue algo de años, en horas. Miradas cómplices, y la adyacencia de su codo y el mío era casi como lo cita Benedetti en su poema: 

«si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos» 

Ahí estábamos, nada más ahí, sin ganas de más, con nuestras manos tibias luchando por reclamar el resto de nuestros cuerpos. Era sencillo, el dominatriz y su sumisa. El colono y la colonia; un juego agresivo e incesante, y a la vez plácido y efímero. Y continuamos, un beso dio vida al atardecer y trajo consigo una despedida próxima. Eran las cuatro y cuarenta y seis de la tarde cuando retomé la noción del tiempo. Jamás odié de esa manera esa hora exacta: "cuatro y cuarenta y seis de la tarde." Teníamos que despedirnos. Caminábamos, codo a codo, juntos hacia aquél lugar donde las personas sí son desasistidas. Ahí estábamos, a las cuatro y cincuenta y ocho de aquella tarde: despidiéndonos. Dándonos un beso que se quedó con las ganas. Viajé con su presencia en mi mente, de nuevo, de regreso hacia donde no la poseo. Eran las diez y cinco minutos de la noche cuando llegué a mi hogar, mi mente era una hecatombe con tantas imágenes de ella; fotografías mentales, besos que, en ese momento, me desasistían. Estaba llegando al final de aquél día, eran las once con cincuenta y dos minutos de la casi medianoche, cuando me reencontré con mi cama, no quise, pero era la hora y...

domingo, 7 de abril de 2013

Sía

...esta es la continuación de aquella historia que no encontraba su final; y todavía...



      Ella era una poetisa, de las que les gusta seducir, letras y hombres, hombres y musas. Fuerte, de carácter fuerte, sentimientos dóciles, ojos firmes, mirada grave, blancos dientes y sonrisa dulce. Ella era una poetisa, y de vez en cuando, era mujer de otros. Le era infiel a los cuerpos para dictarle lealtad a sus musas, que no eran musas por ser mujer, esas fuentes de inspiración parecían, en ocasiones, reales. Caminaban, y besaban, y amaban, se tomaban de manos, se miraban, colapsaban, colisionaban y hasta se aunaban el uno con la otra. De vez en cuando, deseaba sexo adolescente, algunas otras veces: hacer el amor. En ocasiones, y casi siempre, conjuraba su inspiración en la mirada de los incapaces con que se topaba. Seres poco racionales, fracasados y objetos de esta mujer. Elegante, insensata, discreta, indócil, respetuosa y fiel a sí misma.

      No escribía, a dicha mujer, la escribían. Y cada vez más como ella quería ser; fina, de uno o de lo otro. Ella era el deseo, las ganas, y en ocasiones, el amor de los pobres cultos. Hace varios años me la topé, la vi como era, era como la quería ver, la modifiqué, la palpé, la leí, descifré y construí algo de mí en ella, cuando le pregunté su nombre, después de tanto, respondió fría, sin amor, ni alma, ni grandes expresiones, ni pequeñas letras, ni con fuertes ideologías, ella respondió: "Poe..." y no dijo más; seguí escribiéndola.

domingo, 17 de marzo de 2013

Querida

Tus manos
oh, esas manos que me quitan
y me dan. Ese tacto tuyo
que dibuja mi abdomen
colorea mi espalda
y se pierde en mi cabello.

Tus labios
oh, tus labios que citan
mi nombre y me citan
en ocasiones, muy cerca
de ti.

Tu espalda
oh, tu espalda que
me encantaría recorrer,
dibujar, colorear.
Tu espalda, que desvisto
desde el inicio a su final.

Tus ojos
oh, tus ojos que me imitan,
que me reflejan los gestos
y las sonrisas.
Tus ojos en los que me pierdo,
y me pierdo sin ganas de
encontrarme de nuevo.

Tu piel
oh, tu piel es ese desierto incomún
que me quita la sed
sacia mi necesidad
de ti
y claro
te viste mejor que cualquier
retazo de ceda.

oh, tú, querida
que me sentencias a esta vida
tan placenteramente como
si por alguna razón
la viviese junto a ti,
citando cada parte de tu cuerpo
descubierta por mí
como en las lineas de este poema.

Querida.

jueves, 7 de marzo de 2013

Complejidad

Vaya, pero es que tu voz, esa indecente, insensata e imprudente. Es que tu voz, esa que me desordena, me miente y me condena. 

Qué sonrisas, gracias por las sonrisas de esta madrugada. Quién diría, tu nombre ahora es musa, y me condena. Esa incoherente musa que me revuelca los sueños en la cama. Tu sonrisa, la mía; tus palabras, las mías. El quién sabe qué de tu pensar, y el mío que quién sabe por qué casi siempre coincide con el tuyo. Somos una serie de incomunes casuales que no dejan de querer ser coincidencia. "¿Qué son?" Me pregunta la razón, entonces aparece tu voz fina, delicada y sonriente para responderle. Y entonces te pregunta la razón: "¿Quién eres?" Y aparece mi voz adolescente y le responde. Y entonces nos pregunta la razón: "¿Qué quieren?" Y simplemente nos besamos para dejarla a un lado. Nos jugamos la cordura en el casino del manicomio. Ese azar de incompletos nos dejó en los labios el dulce sabor de nuestro complemento. Somos un rompecabezas que se arma, y no solo una pieza nos completa. No creas que sólo tu locura complementa la mía; no lo creas jamás. Tu locura me incompleta, y es sólo por sentirme incompleto a tu lado que sigo buscándote al despertar por la mañana. No te halagues si te digo que eres hermosa, halágate si te digo que te me has vuelto hermosa, al azar, sin elecciones. Tu belleza es relativa, si hoy eres poetisa: ¡Eres hermosa! Si mañana eres política: ¡Vaya! Pero qué hermosa. Si algún día ya no eres hermosa, no te exasperes, lo serás luego cuando te reencuentres contigo, o cuando yo te reencuentre con la mirada cálida que me otorgan tus silencios y tus no-silencios. Esa es la mejor parte de ese azar, tus no-silencios, cuando inventas el idioma, cuando me versas seguido, cuando te refieres a todo lo que no soy, pero que te gusta. Esos son tus no-silencios que me sentencian a crear mis no-silencios, esos que te describen de a poquito, los que no terminan de ser certeros de una vez por todas. Los que te nombran hasta la muerte, mis no-silencios (que son la mayoría en estos días) te recorren con delicadeza, te respiran, te consumen. Yo los vivo y los muero. He muerto ya, pero a causa del azar hoy me lees, ¿me lees? Será que tu presencia sedentaria a la mía me otorga parte de tu bienaventuranza. O me quita parte de lo que en realidad eres tú. No son preguntas, son respuestas que necesitan que alguien las pregunte. Y te pregunto:

Eres capaz, ¿de qué?
si tu voz me condena y me ata a tu locura.
Dime, ¿eres capaz? ¿Por qué?
si tu riesgo lo corres conmigo.
Y te pregunto: ¿Acaso soy capaz?
si mis respuestas las dejé en tus labios.

viernes, 8 de febrero de 2013

Fue un placer

Hemos muerto silenciosamente tras una noche que nace, y se hace, por y para nosotros. Una muerte placentera, por cierto. De esas que te gozas desde el principio, hasta el final. Es como irse lejos sin regresar, hacer la vida que queremos y dejarnos caer en un precipicio enorme hasta llegar, de nuevo, a donde nuestro cuerpo está alojado. Esa era una noche de esas, en la que su boca dibujaba mi abdomen, y mis manos recreaban el mar en su cabello. Luchábamos en un acto de paz por la unión literal de nuestros cuerpos. Nuestras almas luchaban por unir nuestras pieles, y su piel se preguntaba: que quién soy, y mis manos le responden.  Y mi piel se preguntaba: ¿quién soy? Y la suya le responde. Mis labios buscaban esconderse en su boca, y sus labios en la mía. Mis manos en su cabello, y sus manos reclamaban mi espalda. Era una guerra perdida, o tal vez una tregua. Crecíamos más mientras más nos acercábamos al fin, su llanto de placer comenzaba a hacerse más sonoro, en su cabeza caminaban un sin fin de personitas que creaban una marcha interminable de pensamientos ilegibles. Sus manos acariciaban al cielo, mis manos le hacían compañía. Su abdomen eran tibias olas del pacífico que reventaban en el mío, una y otra vez. Sus pies luchaban por tocar el suelo, su aire no deseaba ser expulsado y, en nuestros al rededores, soledad nos envidiaba. Vieja amiga. Su cuerpo era un templo sagrado donde habitaban cierta cantidad de Dioses, me gobernaron durante un tiempo, hasta me invitaron a formar parte de ellos. Crecí tanto que a los planetas los tomé en mis manos, y jugué con ellos a las metras en segundo plano, nada más acertado que esa ilusión real. La vida se consumía despacio en cada beso, y sus suspiros, eran un frío viento de invierno, y su aliento, que traía consigo lo cálido de su voz, creaba un idioma para expresar el porqué de su bienaventuranza.

Al regresar, no hubo explicaciones, ni palabras, ni canciones, ni miradas, ni sensaciones. Nada calificaba lo vivido, esa muerte placentera, esa ilusión verdadera, ese mundo y esos Dioses en los que en un parpadeo, su voz y nuestros cuerpos, lograron crear y hacerlos desaparecer. Porque así lo es todo, momentáneo. Aunque tan relativo es el tiempo, que hicimos de esos pocos minutos, una vida completa, vivida a plenitud y disfrutando de cada respiro. Llegamos al punto donde nacemos de nuevo, es el mismo en el que en un respiro nuestras almas deciden regresar a nuestros cuerpos. Hemos perdido la batalla de nuevo, nos encojemos, pensando en cómo pudo ser posible, ignorando que somos posibles. Todo huele bien, se sonríe con gracia, se ama de verdad. La veo y muero, pero esta vez no es tan placentera mi muerte, es más borrosa, y le llamo recuerdo. Pero la miro, y entonces recuerdo que apenas la estoy conociendo, que su piel es un desierto y esta vez descubrí tan solo un granito más. Coincido con su mirada, tan cómplice como el silencio que nos callamos. Y sin pensarlo dos veces, nos aventuramos de nuevo, ella a dejarse explorar por alguien desconocido, y yo adentrándome en el desierto de su piel a ser colono de algún otro granito de su arena.

jueves, 7 de febrero de 2013

Para siempre

Y esa muerte momentánea
fue un placer,
y ese sin cesar de sensaciones,
magia.
Y esa música celestial,
tu voz,
y esa obra de arte,
tu sonrisa.
Y ese mar infinito,
fue tu piel,
y ese huracán,
tus manos.
Y ese universo, extraño y hermoso,
tus ojos,
y esos ojos,
vida.

Tu aliento era el mío,
tu aire, el mío,
tu voz, la mía,
tu sed, la mía,
mi amor, el tuyo.
Éramos uno,
era yo,
incompleto, como de costumbre,
y tú me completabas.
Eras una muerte placentera,
eras sensaciones mágicas,
tu voz, cantos de ángeles,
tu sonrisa es una obra de arte,
tu piel el mar donde estoy perdido,
tus manos el huracán que me desordenan,
tus ojos el universo que deseo conocer,
y tu vida,
era la mía.

Pero al final, ya nada importa.
Tú estás allá, y yo aquí,
tu recuerdo aquí,
tu olor aquí.
Fuiste todo, menos una cosa,
amor de mi vida.

viernes, 18 de enero de 2013

Despedida

He dejado de estar un poco en todos lados, estoy poco aquí, poco allá, estoy poco por todos lados. La lejanía de las cosas era una necesidad, era algo que del silencio, hoy, se convierte en un dulce respiro de dolor. Tenemos tiempo para muchas cosas, pero jamás tiempo para todas, es triste. He recorrido caminos sin querer, otros queriendo, algunos hasta de sorpresa, y lo he disfrutado. La vida se va yendo de a poco, y yo me voy yendo con la vida. Han cambiado algunas cosas, como las sonrisas, que han cambiado por lágrimas, y viceversa. 

Las noches son un poco más frías para esta fecha, y con "un poco" me refiero a: bastantes más frías para esta fecha. El silencio y la soledad me arropan, aunque gracias a quien sabe qué, de lo que está allá arriba, he logrado no dejarme consumir ni por el uno, ni por la otra. Los lápices ya no figuran conmigo, las letras me saben amargas y las lecturas, no son lecturas. Pero intento leer, pues es tanto mi pensar al irme fuera del libro, que me hace crecer un poco cada noche. Los silencios los tomo como compañía, a Soledad le invito un café, y a ti, te dejo pasear por un lado de mi cama, aunque intentando no hacer contacto contigo, ya he mejorado en eso, y aunque mientras más días pasen y tú más me dueles, yo sólo sé no demostrarlo. Pues, si en silencio me he enamorado, moriré en silencio, que es mi compañía. Así se han ido mis días de cambio, mi nuevo año, mis fríos días de Enero. 

El viento, que me enfría hasta los huesos, es un venir de nostalgias desconocidas, extraño. Sí, tal vez más extraño de lo normal, porque me niego a asumirlas como mías, aunque consigo traigan mi nombre. Las rechazo, porque ahí afuera vivirán por siempre, donde nadie las quiere, donde no las necesito. Así he dejado varias cosas, afuera, y ya no más. Me cansé, y el cansancio se ha convertido en un peso enorme que aprieta mi pecho con todas sus fuerzas, y aunque ruegue una tregua, jamás cede. Y eso no puede seguir. Siguen las sonrisas sin ganas, la felicidad alterna, y la tristeza, pero esa última, sí en su más pura versión, y ya lo noté desde hace mucho. He muerto ya, a causa de su gran poder, y si no, cuando falta, es una ausencia enorme, pues ella, aunque duela, mantiene en mí a esas personas que amo, pero que ya no están. Es el silencio compañía, Soledad y su café, es todo lo que me duele pero que me hace falta. Lo que no necesito. Es un mar de recuerdos vivos, y estoy siempre solo al recorrer ese mar. Por eso el tiempo es necesario, y hay millones de caminos por recorrer, millones de cosas por hacer, la vida es un nido de alternativas, de caminos nuevos, de oportunidades y, como son las oportunidades las que nos eligen, tomaré mi tiempo, uno largo, para notarlas vivas en mi camino, para acariciarlas como un amante a su amada. Para que sea suficiente un beso, y amarlas.

Y una vida para disfrutarlas.

Adiós.