domingo, 17 de marzo de 2013

Querida

Tus manos
oh, esas manos que me quitan
y me dan. Ese tacto tuyo
que dibuja mi abdomen
colorea mi espalda
y se pierde en mi cabello.

Tus labios
oh, tus labios que citan
mi nombre y me citan
en ocasiones, muy cerca
de ti.

Tu espalda
oh, tu espalda que
me encantaría recorrer,
dibujar, colorear.
Tu espalda, que desvisto
desde el inicio a su final.

Tus ojos
oh, tus ojos que me imitan,
que me reflejan los gestos
y las sonrisas.
Tus ojos en los que me pierdo,
y me pierdo sin ganas de
encontrarme de nuevo.

Tu piel
oh, tu piel es ese desierto incomún
que me quita la sed
sacia mi necesidad
de ti
y claro
te viste mejor que cualquier
retazo de ceda.

oh, tú, querida
que me sentencias a esta vida
tan placenteramente como
si por alguna razón
la viviese junto a ti,
citando cada parte de tu cuerpo
descubierta por mí
como en las lineas de este poema.

Querida.

jueves, 7 de marzo de 2013

Complejidad

Vaya, pero es que tu voz, esa indecente, insensata e imprudente. Es que tu voz, esa que me desordena, me miente y me condena. 

Qué sonrisas, gracias por las sonrisas de esta madrugada. Quién diría, tu nombre ahora es musa, y me condena. Esa incoherente musa que me revuelca los sueños en la cama. Tu sonrisa, la mía; tus palabras, las mías. El quién sabe qué de tu pensar, y el mío que quién sabe por qué casi siempre coincide con el tuyo. Somos una serie de incomunes casuales que no dejan de querer ser coincidencia. "¿Qué son?" Me pregunta la razón, entonces aparece tu voz fina, delicada y sonriente para responderle. Y entonces te pregunta la razón: "¿Quién eres?" Y aparece mi voz adolescente y le responde. Y entonces nos pregunta la razón: "¿Qué quieren?" Y simplemente nos besamos para dejarla a un lado. Nos jugamos la cordura en el casino del manicomio. Ese azar de incompletos nos dejó en los labios el dulce sabor de nuestro complemento. Somos un rompecabezas que se arma, y no solo una pieza nos completa. No creas que sólo tu locura complementa la mía; no lo creas jamás. Tu locura me incompleta, y es sólo por sentirme incompleto a tu lado que sigo buscándote al despertar por la mañana. No te halagues si te digo que eres hermosa, halágate si te digo que te me has vuelto hermosa, al azar, sin elecciones. Tu belleza es relativa, si hoy eres poetisa: ¡Eres hermosa! Si mañana eres política: ¡Vaya! Pero qué hermosa. Si algún día ya no eres hermosa, no te exasperes, lo serás luego cuando te reencuentres contigo, o cuando yo te reencuentre con la mirada cálida que me otorgan tus silencios y tus no-silencios. Esa es la mejor parte de ese azar, tus no-silencios, cuando inventas el idioma, cuando me versas seguido, cuando te refieres a todo lo que no soy, pero que te gusta. Esos son tus no-silencios que me sentencian a crear mis no-silencios, esos que te describen de a poquito, los que no terminan de ser certeros de una vez por todas. Los que te nombran hasta la muerte, mis no-silencios (que son la mayoría en estos días) te recorren con delicadeza, te respiran, te consumen. Yo los vivo y los muero. He muerto ya, pero a causa del azar hoy me lees, ¿me lees? Será que tu presencia sedentaria a la mía me otorga parte de tu bienaventuranza. O me quita parte de lo que en realidad eres tú. No son preguntas, son respuestas que necesitan que alguien las pregunte. Y te pregunto:

Eres capaz, ¿de qué?
si tu voz me condena y me ata a tu locura.
Dime, ¿eres capaz? ¿Por qué?
si tu riesgo lo corres conmigo.
Y te pregunto: ¿Acaso soy capaz?
si mis respuestas las dejé en tus labios.