martes, 25 de junio de 2013

Mentiras

La llovizna descansa cayendo sobre sí misma, llorándose. La ventana descansa admirando el paisaje, lamentándose. Seguimos devastados por lo que no podemos cambiar, siempre somos o llovizna, o ventana. Caminamos hacia el final, según la vida es un camino, y uno es libre de elegir, pero eso es mentira. Yo intento caminar hacia atrás y eso es imposible, no somos libres de hacer lo que queramos; sino yo estaría en este instante mirándote a los ojos y recitándote algo que escribí para ti pero que aún no me digno a hacer público. Eso significa la vida: algo que no podemos cambiar. Y siempre nos toca ser conformistas y acostumbrarnos a lo que está entre nuestras manos lograr; es como nadar boca abajo, debes alzar la cabeza para tomar aire, no puedes nadar y ya, algo no nos lo permite. Después de todo no somos más que humanos, y a veces soñar no es suficiente. Ser inconformista: mi vocación y maldición. No escribo de vez en cuando, de vez en cuando me traduzco, es decir: escribo para saber cómo me siento. No estoy seguro de lo que puedo llegar a sentir, es complejo porque ni yo me entiendo a veces. Algunas veces puedo caminar mirando al cielo y me siento bien, es interesante porque veo todo desde un punto de vista distinto. En cambio hay días en los que camino mirando al suelo porque sé que alzando la mirada, entre tantos comunes, no encontraré nada que me abrume. Pero qué discordancia, qué vacío, qué mentira.

Eso es todo: mentiras.

domingo, 23 de junio de 2013

Lunes por la mañana

Se mantenían claras las distancias, para a la hora de acortarlas saber el camino de memoria. Una ventana entreabierta con una tarde gris detrás, el silencio de lunes por la mañana y la compañía de los fieles al descanso. Se miraban, y como Cortázar: jugaban al cíclope. Era difícil separarse de la cama, que estaba llena porque entre los dos no cabía un alma más, y no por falta de espacio. Frente a frente se miraban como dibujándose sonrisas, y al cerrar los ojos se miraban como soñándose felicidades. Sus manos reclamaban un cuerpo ajeno como propio, y sus labios, sobre la misma lucha, se defendían de algún portazo que pudiese irrumpir su vocación de amantes. Los cuerpos se mantenían en una constante lucha por la unión física, pero  nunca fue posible; era necesario cerrar los ojos y dejarse hacer por el acto. Era un espectáculo para los cuerpos el ver ambas almas desnudas y administrando bien las distancias, es decir: suprimiéndolas. Y todo iba al compás de la ventana y la tarde gris del lunes. El tacto jugaba papel importante entre ambas historias: él la miraba. Ella asumía su rol de dama y lucía un hermoso desvestido. La continuación estaba detrás de todo lo que ya habían logrado, era como caminar de espaldas para no tener que voltear al recordar. Estaban ahí, frente a frente y desnudando los hechos, deshaciéndolos porque el futuro no existe, es decir: dejándolos ir con el pasado. Ya vendrán nuevas estadías, tal vez la tarde de un martes soleado, o la mañana de un domingo con el dominical sobre la mesa. Y mirándose los cíclopes, desdibujándose para volverlo a hacer, caminaron de espaldas al futuro.

miércoles, 19 de junio de 2013

Jugando a ser funambulista

Y mirarte en silencio, y versar tu silencio para que cuando quieras, puedas leerme los encuentros; los nuestros, o los tuyos diarios, o los de alguien más, quién sabe qué. Pero no importa, a mí me gusta sentarme y mirarte hablar, porque sonríes y el mundo cambia, y el silencio es más liviano, y la soledad menos certera, y tu compañía más agradable de lo normal. Sí, yo podría sentarme a detallar tus horizontes, y pincelarlos con lo poco que me queda después de que te vas; como vas y vienes, como las olas en el mar, y yo jugando con los silencios que quedan después de las despedidas. Parafraseando tu nombre, dándole el significado que en ti, desde mí, merece. 

Y seguir viéndote como descifrándote, como queriéndote entender los defectos y armándote de lo que sabes ser de aquí hasta donde llegues. Jugando a ser funambulista sobre la línea que dibujan tus horizontes; y escribiéndote miradas en los ojos, y sonrisas en los labios, y sonidos del cielo en los oídos. Y así, con los pies sobre el cielo, soñando en el final todo lo que está por comenzar. Y seguir, con los ojos sobre el cielo, dibujando estrellas en tus hombros, y universos en tus ojos para que si de alguna manera decido perderme, sea detrás de la infinidad de tus miradas en las que ya casi me he perdido. Y sin arrepentimientos, podría seguir jugando al sube y baja entre tú y yo, disfrutando del instantáneo y enigmático momento en el que ya no estás y nombrándolo como final feliz. Porque cada día llega a su fin, y después de ti, viene la felicidad; después de ti, llegan los buenos augurios; después de ti, no hay nada más que lo que sigue siendo parte de nosotros, ese algo que vamos construyendo, ese algo que por alguna casualidad nos une. 

Y siendo víctima del azar al que muchos le llaman vida, apareciste siendo la correspondencia de todo lo discordado.

viernes, 14 de junio de 2013

Primeras nupcias

He estado releyéndome, o releyendo algunos escritos míos o de algún otro escritor intentando recrearte, ver a lo que me refiero ahora con: Sonríes para cambiar el mundo. Y siendo más directo: Sonríes para cambiar mi mundo. Y aunque he leído algunos versos que se parecen a lo que tú significas, no hay ninguno que te dé el significado justo. A ver, aquí no hay nada más que un montañista en ascenso, subiendo una cuesta y armándola a la vez: "¡pero qué complicado!" Incluso podría decir que si me miras, y te miro, existimos mejor. Hubo algún verso, de alguna vez, inspirado en vientos despistados diciendo: "Tu mirada adjudica a mis defectos el deseo de perfección." ¡Vaya!, qué mirada la tuya, ¿no? Tu mirada, y tu sonrisa, y tu nariz, y tu cabello, y tus manos... qué alentador suena todo eso junto. Juntos, tú y yo, ¿mejor? ¡Nosotros! No sé si es ilógico escribir esto ahora, pero qué mas da, si tú eres hermosa desde tus defectos hasta la curva infinita que dibuja tu sonrisa. Y sí, no tardé en darme cuenta: ¡qué afortunado!

martes, 11 de junio de 2013

Las buenas imágenes en el desfile

Desfilan imágenes fijas de: tu sonrisa. Ah, imágenes que las fijo bien para no perderlas. Recorriendo caminos y analizando como he de hacerlo cada noche, y por si te importa: lo hago cada vez que me miras. Así administro mis recuerdos, digo, los administro cambiándolos de posición; me refiero a que, si tengo primero a tu mirada y entonces cierras los ojos, adelanto a tu sonrisa para enterarme de que aún existes. Y si por alguna casualidad dejases de sonreír, jugase entre laberintos y acertijos hasta descifrar o tu mirada, o tu sonrisa. Pero qué mas da, yo sigo en el parque, en el tobogán, en los columpios y casi siempre en el sube y baja que administro, también, en mi imaginación. Así voy jugando, y creando. La arquitectura en mi mente es, tal vez, una de las más complejas que haya visto jamás, ¿que cuántas he visto? No sé, tal vez dos, o menos. Pero si mi mente desviste siempre al mundo, y ramifica cada dirección posible, y analiza posibilidades, y piensa en el después, y... ¡Sí! Es eso, el después, ¿qué viene después? A veces no sé por qué me preocupo tanto. Sí, pre-ocuparse, significa ocuparse de lo que aún no ocurre, qué ilógico significado. Siempre ando advirtiendo tristezas, a ver: decepciones, me refiero. Nunca son buenas, y si me las juego con tu mirada y con tu sonrisa, si se desaparecen, seguro habré advertido mal a las tristezas. Ellas no saben el daño que causan. Son imprudentes, como muchas de las cosas que sentimos; también la rabia, pero más que todo: el amor. Qué imprudencia, aparece cuando tú sonrisa existe, en vez de, no sé, aparecer cuando tú y yo nos vemos. Y también lo creo, sí aparece cuando nos vemos, creo haberlo visto. Pero creo en muchas cosas que tal vez no existan también: en que las estrellas fugaces son un deseo, por ejemplo. También creo en que cuando alguien mira a una persona fijamente a los ojos, siempre se le escapa un poquito de alma. Así es, las miradas alimentan, aún la mirada del ciego alimenta. Yo pienso así: el ciego ve lo que yo no quiero ver; quiero decir: el ciego ve el mar cuando quiere, ve corazones cuando quiere, ve nalgas cuando quiere, y si quiere ve el universo también. ¿Que cómo ve todo eso? A ver, si yo cierro los ojos imagino lo que ya existe, pero el ciego... el ciego crea, puedo decirle que el mar es azul, y puede preguntarme: "¿cómo es el azul?" Y yo responder: "como el cielo." Y él preguntarme: "¿cómo es el cielo?" Y yo responder: "mejor dímelo tú, que ves lo que yo no." Así pasa cuando yo cierro los ojos y te imagino, te imagino y no te creo porque te vi y existes, pero esto va mas allá de la imagen fija de tu sonrisa, o de cuando me miras; cerrar los ojos e imaginarte es crear lo que aún no existe: nuestro amor, por ejemplo.