domingo, 26 de mayo de 2013

Certezas

A veces se puede cuestionar un estado de ánimo; me refiero a que uno puede preguntarse, por ejemplo: "¿De verdad la amo?" Lo cual es una excelente posición para el gallardo; quiero decir que la duda es un beneficio. Se puede caminar pensando en posibles respuestas, y uno tiene la mente entretenida. A veces se puede cuestionar un estado social; me refiero a que uno puede preguntarse, por ejemplo: "¿Será que estoy siendo de clase media baja por no saber administrarme y no por no tener?" Y la duda vuelve a ser héroe. Pero ninguno de esos son el punto, la duda es un beneficio que duele; pero hay algo que duele más. "Flébil, como las certezas." Es más doloroso cuando no puedes cuestionar, cuando no tienes elección. Cuando estás de pie, mirando al suelo, o al cielo, pensando: "No la amo." Sin beneficios, así, con sangre fría; como la certeza. Como cuando caminas mirando al suelo, y esta vez solo mirando al suelo, pensando: "¿A dónde voy y por qué no llevo a nadie conmigo?" No te da tiempo de cuestionar la compañía, ni el beneficio de dudar si la mereces. Esa es la peor parte, no es estar solo, es tener la certeza de estarlo.

martes, 21 de mayo de 2013

Desahucio

Muy común es sentirse mal; cuando uno se siente mal uno puede decir: "Me siento mal porque no salí bien en el examen." O, "Me siento mal porque se fue y no se despidió, la extraño." O, "Me siento mal porque las cosas no me han salido como he querido." En fin, cuando uno se siente mal, siempre tiene excusa. Igual cuando uno se siente bien, muy común es sentirse bien; siempre uno puede decir: "Me siento bien porque he salido bien en el examen." O, "Me siento bien porque estoy con la persona que amo." O, "Me siento bien porque la mayoría de las cosas me salen como quiero." Siempre se tiene un porqué, y uno tiene donde excusarse. Pero ese no es el punto, todo está en el punto en el que llegas y dices: "No me siento bien, no me siento mal; no soy feliz, ni miserable." No tienes excusa, ni argumento, ni causa; solo una pregunta y sin respuesta. Así me siento ahora: vacío, y creo que eso es lo peor. No es sentirse mal, lo peor es no sentir.

lunes, 13 de mayo de 2013

Tormentas, calma, niebla, olvido

Ahí nos continuábamos, éramos la representación clara de lo que nos cautiva; y no hacía falta más porque nos bastábamos. Te deshacías de todo lo que te molestaba: la ropa, por ejemplo. Y yo, como fiel tormenta, revolvía el mar que recreaba tu cabello. Seguíamos tirados ahí, después de todo, ahí era donde queríamos estar: juntos. Mirando al cielo, con manos de vuelo, y pies de buen aterrizaje. Después de la tormenta, vienen las almas, exhaustas. Eras erudita en el idioma que acabamos por dictaminar como sacro. Y ahí, donde la posesión tiene solo tres versiones del verbo: te poseo, me posees; nos poseemos; decidimos por caminar de manos atadas. Rodeado el muelle por nuestra presencia, deleitado el atardecer por nuestra presencia, y en nuestra presencia, somos más que dos. Así, bien, más que bien, no sé si más, tal vez sea solo: mejor. Quién sabe si detrás de tú y yo, en general, o detrás de nosotros, un plural con deseos de singularidad, existamos de verdad. 

Pero qué sigue, si ya nos continuamos, ambos somos la continuación y seguimos incompletos. Aún en la tormenta, y tirados viendo al cielo. Porque ahí nos continuamos, sentados en el banco de Plaza Caracas, con los borrachos y sus botellas, con el chavismo y sus fanáticos. Con la pobreza, más que nada; continuándonos con la mirada, siendo ricos y admirados. Sí, claro, si como tú me miras, ninguna, y eso debo agradecérselo a tus ojos. Y ahí, bastándonos demás, representándonos con nombres y apellidos, porque hasta eso poseemos el uno del otro. Como tu nombre que me da tu atención cuando estás despistada, sentada en el banco de Plaza Bolívar viendo a las palomas alimentarse mientras les arrojas migajas de galleta ClubSocial. Y ahí, tú y yo, incomprendidos, sentados frente a frente en ese vagón de tren, de lado a una puerta que abre y cierra con descuido de si entras, o salgo. Como si nada, mirándonos y ya, así nos poseemos: con la mirada, y de raticos con las ganas. Pensándonos más que teniéndonos, porque así nos da más tiempo de bastarnos el uno para el otro.

Y ahí nos continuábamos, ahí, ustedes digan donde nos prefieren, que nos representan con críticas propias de ustedes y con todo derecho de autor. Que yo nos represento ahí, yéndonos, atados de manos, en el olvido.

jueves, 9 de mayo de 2013

De Blues en Jazz, y viceversa

CONTRADICCIONES

Era sencillo estando delante de tus ojos, como alguien que confía en sí mismo frente una opinión ajena. Ya sabíamos; tú delante de mis ojos, y era sencillo, como alguien que se magnifica frente la opinión ajena. Frente a frente nos servíamos de espejo, yo te veía mirándome, y tú me mirabas mirándote. En resumen: éramos lo mismo en proporciones distintas, y mirarte era como traducir mis temores y enfrentarlos ganando la batalla. Sabíamos más el uno del otro que de nosotros mismos, y nuestra ignorancia era la clave para descifrarnos.

Pero qué importa eso, si ya no bailamos en el mismo salón. Ni tus pasos van después de los míos, ni los míos anteceden a los tuyos. Tu tocadiscos canta un Jazz, el mío un Blues, y aunque ambas sean melodías de paz, no son lo mismo. Cualquiera que se detenga a apreciar el blues del viento, se da cuenta que no es el mismo jazz de los árboles; y así andamos, de Blues en Jazz, y viceversa. Confundiendo el dulce piano de Nina con la majestuosa trompeta de Miles. Creyéndonos sabios de ambos géneros; pero daba igual, porque nuestra ignorancia era la clave para descifrarnos. Y si a Robert Johnson lo confundíamos con Louis Armstrong, no tardábamos en darnos cuenta de que una trompeta a la que le encanta el Jazz, no es una guitarra a la que le encanta el Blues.

Y así fue siempre, parecidos pero no los mismos; coincidencias. Pero como todos sabemos: el Blues no es lo mismo que el Jazz, y viceversa.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Otra Por José Augusto Subero

TIEMPO EN FEMENINO 

Él miraba incrédulo como Ella, su princesa, su delirio nocturno, su té que quita el frío, era vilmente asesinada por ella misma. Todo había pasado tan rápido, no había tenido tiempo ni para el tiempo que había decido coger. Porque así son las cosas: siempre se nos escapan cuando menos lo creemos, y luego creemos que la culpa es nuestra por no haber prestado el suficiente cuidado a eso que tanto amábamos. Qué cruel e injusto es el tiempo; sin querer arrebató de sus manos a tan incurable diadema y juró castigaría de sus ojos a cualquier lágrima que osase a salir y rodarle por las mejillas. Arrebató porque siempre hay que echarle la culpa a alguien. Aunque de su muerte -como de la de todos- el único culpable casi siempre es uno mismo. Porque así son las cosas y así el tiempo: un maldito transeúnte de corazones que va limpiando de la sangre cualquier rastro de dolor y tristezas. Pero yo sí sé que su magia es inservible ante El Recuerdo. "El Tiempo", si escuchamos con cuidado "Tiem-po", qué molesto suena! qué poca y mucha esperanza nos regala ese nombre... "T-ie-m-po". Nunca podremos saber de qué lado juega: del que pierdo y gano o del lado que disfrutan los que no me quieren ver feliz. No sé. Nadie sabe. Ni siquiera se sabe si es dama o dragón. Creo que Tiempo es un dragón-mujer; con su superpoder calcina los huesos y dientes de todo aquel que se resista a servirle o esperarle. Qué desgracia!, Qué desgracias causa esa sucia y vil serpiente escupe fuego!, Qué dolor causa cuando nos derrite las esperanzas por no haber querido acostarse con ella. Tiempo jamás habría podido ser hombre. No sé por qué, pero nunca habría podido ser humano. Nadie es capaz de ser tan justo siendo injusto y nadie habría podido dar dolor mientras curara. Y así son las mujeres: hacen lo que no pueden haciendo lo que quieren, y todo sin darse cuenta. Nos destruyen los labios con sus besos de fuego y luego nos reprenden por ya no tener labios para besarlas... ¡Tiempo y mujeres!, ¡Qué ilógica metáfora!, ¡Qué ilógico como todo! ... Sé bien  que tiempo es más que la distancia entre un momento y otro, que es más que una medida creída exacta de la vida que vivimos, y también sé de trucos para hacerle desaparecer por momentos, momentos que a su vez es el mismo tiempo, y por eso el tiempo nunca desaparece, pero para el amante que besa sí, y todos nosotros somos amantes que besan: aún cuando no hayamos besado jamás al amor de nuestra vida. 

Lo último Por José Augusto Subero

METÁFORA 

Escribirla a ella es reinventarme a mí mismo; reinventar el momento exacto y el tiempo exacto en que mi corazón le da por dejar de latir; el momento en que mi mirada se escurre juguetona ante la suya y el horizonte. Escribirle a ella es como cuando Oliviera escribía a la Maga en la misma cama donde sollozaba Rocamadour enfermo... Y no encontrarnos siempre, y encontrarnos casi nunca, y perdemos casi siempre, y no callarnos nunca. Escribirla a ella es como dibujar un lienzo oscuro con un óleo negro y no tener la culpa porque el cuadro sea del agrado de los otros. Dibujarla a ella es como prender en fuego los retratos del mil novecientos donde los abuelos habrían de jurarse amor eterno, y a su vez, poder encontrar entre sus besos tan femeninos el color de la mañana. Quererla en silencio es como no saberse el nombre de la madre y querer jugar con los hijos de sus hijos. Y no respirar. No respirar porque no se puede. ¿Quién podría respirar cuando se camina por la nubes de cemento con las manos amarradas en el cuello?, ¿Quién?. Y caminar con ella se parece a bailar la danza de los muertos en los mares del Paraíso, y parecerse al niño de la Av. Bermudez que juega con el hipo y la chupeta. Escribirla... Escribirle... Escribirnos es andar de árbol en árbol y de hormiguero en hormiguero, de gota en gota, de espuma a fuego. Si ella supiera... Oh, si ella supiera... Si ella supiera lo mucho que la pienso, lo mucho que la pienso en la ducha y en la almohada.... Amor, cuánto no sabes y cuánto te pienso!

martes, 7 de mayo de 2013

Celos

Este egoísmo que me invade cuando se trata de ti, insolente, arrogante, caprichoso. Se traduce, tal vez en: o eres solo mía, o no eres mía. Qué desastre este egoísmo cuando se trata de ti, no quiero en ti otras manos, ni sobre tus labios otros labios, ni siquiera quiero en ti otra mirada amante que no sea la mía. Pero eso es lo de menos, mi egoísmo no es con quien te ame, sino con quien amas. No me importa (me importa menos, quise decir) que te miren otros ojos, ni que te toquen otras manos, ni que te besen otros labios; lo mío es más hacia ti. Me importa que te miren otros ojos, y te des cuenta; me importa que te toquen otras manos, y tú las aceptes; me importa que te besen otros labios, y que tú... y que tú los ames. No desconfío, no me entristezco, no sonrío ni siquiera, es simplemente: egoísmo. Es que tú, que te traduces a lo que eres, tan bonita, de personalidad tan querible, de labios tan besables, de manos tan moldeables, de cuerpo tan abrazable y de sentimientos tan amables, me tientas a quererte solo para mí. Pero eso no existe, porque tú eres libre, y yo egoísta. Y en la distancia es obvio que encuentres a otro que descifre tus acertijos y tus laberintos, aún mejor de lo que yo lo he hecho. Y es normal, que teniendo en el recuerdo tus labios, y tus manos, y tus ojos, y tus abrazos, me dedique a hacerlos tan míos que me niego rotundamente a compartirlos: ¡O eres solo mía, o no eres mía!

lunes, 6 de mayo de 2013

Ausencia

Tu nombre: Francia. Casi como la misma Francia, el país. Parecida a París, hermosa, sutil hasta donde se ve. Tu nombre, que es más que un recuerdo, cada vez es más longevo. Y, ¿qué puedo hacer? Si te fuiste y no te despediste. Bueno, ese "te fuiste" es tan relativo como mi felicidad, porque siempre te siento aquí. Yo sé que estás aquí, observándome, cuidándome, yo lo sé porque me lo has dicho. Me han gustado esos encuentros, aunque demasiado fugaces, en los que en un sueño, vienes, me miras con tus ojos de ausencia, y me recuerdas ciertos puntos que debo tomar en cuenta. Yo sé que son más que sueños, porque tu nombre: Francia, significa más que tu ausencia. Ya casi no lloro recordándote, y sabes que miento. Pero eso no importa, porque sufro de inestabilidad, y sabes que no te miento. Porque tu nombre: Francia, hoy es más que tu nombre hace siete años; es más que el mío, que tú misma me lo diste. Porque a veces pienso, y hoy tengo la certeza de que tu nombre, que te representa en tu ida, me asiste en cada desdicha, en cada lágrima, yo sé que tu nombre, que es más que el país, está tan en mí como entre estas líneas. Pero qué puedo hacer, si hace ocho años mi futuro no se parecía a este presente que, a decir verdad, amaría por completo si tú fueses más que tu nombre en mi recuerdo. Pero qué se puede hacer, si tu nombre: Francia, está ligado en mí, y en un pasado que ya no existe, a eso que te dedicaste a ser.

Qué incierto es todo, ¿qué confirma? ¿Qué nos niega? ¿El presente? El presente dura menos de un segundo, y ni el pasado, ni el futuro existen. Qué haré, si tu nombre, que se conjuga con mis logros, está aquí sin tu presencia. Este optimismo es incierto, mi tristeza es incierta, y tu nombre: Francia, certifica que después de ayer, que te tuve sonriendo en la mirada, la felicidad es inversa a ausencias. Y que lo que sigue es un camino que se recorre tristemente, con tu nombre, y nada más que tu nombre: Francia, escrito en una nube en la que, resguardándome, descansas de tanta tristeza que destilo.
"El placer no está en follar. Es igual que con las drogas. A mí no me atrae un buen culo, un par de tetas o una polla así de gorda; bueno... no es que no me atraigan, claro que me atraen, ¡me encantan! Pero no me seducen, me seducen las mentes, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo que hay una mente que los mueve, que vale la pena conocer. Conocer, poseer, dominar, admirar. La mente, mente Hache, yo hago el amor con las mentes. Hay que follarse a las mentes"


Martín Hache