jueves, 29 de agosto de 2013

Caridad

Y de qué manera nos quedamos tú, yo y nuestro amor en medio del parque y sus árboles; en medio de las plazas y su gente; en medio de todo esto que nos separa. Caminando en direcciones casi opuestas, econtrándonos de nuevo para mirarte y decir: "Me encantan tus ojos." Para soñar con el horizonte en el que se ha convertido tu perfil; para besar tus cumbres y abismos; para hacer mi eternidad más amena.

Pero de qué sirve, si mis cumbres van mucho más allá de lo que tú puedes llegar a ver, y no las ves porque no quieres levantar la mirada. Me has dejado bajo un mismo cielo pero casi sin ti; con dudas, contigo, sin ti. Es imposible no pensarte (en estos momentos), no dejas de ser eternidad, te convertiste en letras que no se extinguen; trasciendes. Tú eres ese lugar que me encanta frecuentar pero en el cual no soy bien venido. Tú eres parte de lo que me falta, y todo lo que me sobra. Yo soy en ti lo que quieres y tienes, pero que no presumes. Yo soy de ti lo que tienes, y no te hace falta. Yo soy lo que adquieres, usas, y luego olvidas. Amor.

Pero de qué manera nos quedamos tú y yo en medio de lo que somos y lo que queremos ser, mirándonos en direcciones opuestas. Y nuestro amor ahí, en medio del parque y los árboles; y nosotros aquí, mirándonos despacio preguntándonos en qué nube nos hemos dejado de querer.

domingo, 18 de agosto de 2013

A orillas del lago soledad

Pero qué sentido tiene... sabes decir mi nombre, pronunciarlo a la perfección, tú sabes sentenciar mi vida, pasé de estar muriendo, a querer estar muriendo junto a ti. Qué insolente. Has jugado con cada columpio dentro de mí, subes y bajas, subes, y subes, y subes, y te quedas arriba; luego bajas en caída libre, y yo libre de ti y de todos, te sostengo en mis brazos de nubes que no te quieren dejar ir jamás. Y sobre tu pecho de algodón, recostarme hasta soñarte de nuevo, y en mis brazos de paz, mantenerte de pie. Y saber que si tropiezas: aquí estoy. Que no estarás sola, porque la soledad es lo contrario al cielo de mi presencia junto a la tuya. Porque el lago sobre el cual estoy a la deriva, encontró su orilla de lado a tu pequeña isla, donde me preparas la bienvenida con un muelle lleno de botes espectaculares, y un hermoso atardecer. Donde llegan aves de distintos lugares del mundo, se detienen, quién sabrá qué harán ellas allí; pero allí están, adornando, quizás, el lugar donde tú, y yo, estamos juntos sentenciando nuestras vidas, a quién sabe qué, pero sentenciándolas a algo mejor de lo que ya son. 

Pero cae la noche, y las aves se van. Los botes del muelle ya casi no se distinguen. Solo existe una luna turba sobre el lago, y otra muy decidida sobre nosotros. No existe ya el atardecer, y la oscuridad es parecida a la soledad que nos alimenta de tristezas. Tú te ves hermosa, y cómo no. Y yo me veo en ti, y sobre el lago nos veo a nosotros, turbos, casi abstractos. Hay estrellas. Tú existes como queriéndome incompleto, como sabiendo de mí, solo la imagen turba del lago, sin levantar la mirada, ¡y mírame!: aquí estoy. Sentado a tus orillas porque mi deriva es más triste que tus abismos; y yo solitario, en medio de la nada, existo menos que solitario, en medio de ti, y tu compañía. Querida.