lunes, 21 de septiembre de 2015

Carta al olvido

Que no te extrañe mi decisión. Si te escribo es porque a la noche le hace falta algo y la verdad, no sé qué es. Sin embargo sabes (y sé que lo sabes porque te lo he dicho) que tu compañía me ofrece respuestas. Te escribo porque las quiero, para ser sincero. Sé que tal vez después de lo que pasó, no quieras ni verme. Disculpa. Pero la duda redunda al saber que la lluvia cesa, y que las tormentas pasan. Así como pudo haber pasado tu molestia, y con ella tus ganas de todo lo que no significa paz.

La noche vino un poco fría, sin luna, sin estrellas, sin lluvia y sin nada que pueda consolar mi desahucio. Pero da igual, porque con luna y estrellas, o quizás con lluvia, yo estuviese interrogándome de la misma manera porque aseguro, algo faltaría. Y no espero saber qué, sino por qué falta. De hecho, recuerdo noches sin lunas y sin estrellas en las que nada faltaba. Y yo, iluso, esperaba lograr universos con las ansias de un sueño. Pero nada faltaba. Éramos felices desde el alba que degustábamos desde el balcón, hasta el ocaso en la ventana de nuestro cuarto. Era tal vez un poco menos complicado para entonces.

Todo esto comenzó en el ocaso, y cómo no. Si su luz tenue presagia a la noche como conjurando desgracias, si desde aquí se mira. Y significa mucho más ahora que la noche cayó completa, y su manto oscuro cubrió mi ventana de modo que sin luna, y sin estrellas yo notase la ausencia de tu amor. Pero falta mucho más que eso, tal vez algo más grande, o quizás más pequeño pero con mayor valor. Y aunque crea saber qué es, ya no importa, porque ahora sí noté tu ausencia. Porque las respuestas no aparecen, porque ya no hay alba ni ocaso que valga; porque te fuiste con mi nombre en el olvido.

Alejandro.

jueves, 17 de septiembre de 2015

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Danza tormenta

Vine a verte porque te extrañaba, porque decidí arriesgarme a no encontrarte, pero siempre estás. Tienes esa virtud; y yo la fortuna de por fin volverme hacia ti. Ya estaba un poco decaído porque son más goteras que recipientes; y tú sabes lo triste de las lluvias que inundan mi hogar cuando el agua no viene de tu cabello empapado. Pero hoy es un día muy especial, porque mis fiestas las celebro en tus espacios, y puedo acurrucarme entre tus pechos si la danza ya es suficiente, la lluvia es rocío, y no es tu cabello el que se empapa. 

Me doy cuenta que has cambiado, eres más mujer y comienza a notarse en tu instinto protector. Me atrevo a decir que eres más fuerte de lo que soy, incluso más grande y con mayor determinación. Quise sorprenderte, pero sabes que no soy tan bueno para las sorpresas, sabes también que tú ves más allá de las cosas, y de mí, no esperas más que esto. Tal vez yo no sea tan bueno, es que mi luz brilla menos cuando me equivoco. Pero te extrañaba. Quiero decir también que nos extraño vírgenes, con la fuerza para cargar mil sueños sin agotamiento alguno. Nos extraño al verte porque sé no soy el mismo. Y me extraño haciéndote feliz.

Cambiamos al mundo, y lo sabes. No nos faltaba nada más, nos alcanzábamos para todo, pero tú conoces la relatividad de las cosas. Vine a verte porque te extrañaba, porque ruego que me perdones. Porque quiero hacer brillar mi luz como nuestra, porque no importan las goteras, ni la lluvia si nos empapamos juntos. Tengo la fortuna de encontrarte y el ímpetu de arriesgarme a cambiar el mundo a tu lado.

Hoy es un día muy especial, llueve y las goteras no importan. Tú tienes la virtud de estar, y yo tengo la fortuna de volverme hacia ti y danzar el tango que cantan tus ilusiones.

Hasta mañana.

Alejandro.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Carta al viento

Uno siempre tiene augurios de tristeza y contra eso nadie puede; es más, es hasta estúpido ponerse a luchar en su contra. Uno siempre vive de una tregua ante la tristeza y los desaucios, así crecemos, así nos percatamos de la adversidad que siempre está. Uno siempre tiene augurios de tristeza, y a veces —es decir, siempre— contra eso puede nuestro amor. Que quizás sea la tregua a todo eso junto, que aunque vengan los desahucios y las tristezas a visitar, nuestro amor es un positivo que lo cura todo. 

Oh amada, usted que me alegra y me aleja de mis abismos, que me sujeta de la mano fuerte y confía en su amor por mí. Usted que me salva de mí, que me mira y me reclama suyo, que hace de mi cuerpo su lugar y completa su mitad con la mía. Oh amor, usted que viene y me mira cuando estoy mal, que me rescata si bien pronuncia mi nombre con la gracia que la caracteriza a usted y a su voz de amante pura. Usted no sabe cuánto le debo a lo que es, y a lo que hace por mí cada vez que yo, triste y vacío, miro al abismo con las ansias de dejarme caer. Pero no, usted llega y su mirada me sujeta, su voz me amarra a usted; ¡y qué dolor dejarse caer a un lugar en el que usted no está! Porque me ha hecho entender, usted a mí, que aunque vengan los desahucios y las tristezas a visitar, nuestro amor será la eternidad que lo cure todo.