jueves, 18 de febrero de 2016

Supernova

Estábamos allí detenidos en el espacio, conmemorando lo que había sucedido cinco minutos atrás como un hecho perenne en la historia. Yo miraba al suelo y ella miraba al banco frente a nosotros, sin embargo, existía un punto en común en la trayectoria de ambas miradas, donde se intersectaban su amor y mi tristeza, justamente allí empezaba nuestra disyuntiva.  Dividíamos mi sed entre su hambre, su sueño entre mi insomnio, y así íbamos hasta concluir que teníamos puntos de vista distintos. La ocasión se había prestado para hablar de religión o del universo. Ya era costumbre que nuestros temas siempre fuesen un causal de debate entre lo que yo supongo y lo que ella sabe; sin embargo, en ese momento obviamos a la religión tanto como al universo y nos centramos en algo más.

Yo solía ir al parque a ver las nubes y las copas de los árboles, a ella le gustaba el viento y el cantar de las aves, pero a ambos nos gustaba ir al parque. Había sido un día como algunos otros en los que nos sentábamos a leer poemas, cuentos, o cualquier cosita que hubiésemos encontrado por allí, pero casi por casualidad nos arriesgamos a leernos las miradas. Comenzamos renuentes, cautos de exponernos demasiado. Yo empecé diciéndole que tenía unos bonitos ojos, pero sabíamos que iba mucho más a allá de eso. Ella respondió como corrigiendo mi cumplido, "tú tienes una mirada hermosa". Había insinuado mi error de una manera sutil, para luego mencionar que mi mirada era el lugar que más secretos escondía. Fijé mis ojos en los suyos y noté que orbitábamos uno al rededor del otro, ella me atraía y yo la atraía a ella de una manera que, si las predicciones eran correctas, llegaríamos a un punto en el que colisionarían nuestras superficies y, por ende, parte de nuestra energía sería liberada. Habíamos dejado el parque a un lado, y conscientes del riesgo que tomamos, fuimos los primeros testigos de una explosión estelar. Fue espontáneo, fugaz y poderoso. El choque entre la imagen que yo tengo de ella y la mía eliminó de nosotros todo tipo de prejuicios, y nuestros diferentes puntos de vista se unieron en uno solo.

Después del beso concentró su mirada en un banco que se encontraba frente a nosotros. Yo, ahora con mis ojos puestos en su perfil, comenté algo sobre Dios y su gracia y concluí mirando al suelo, "Ya es costumbre que nuestros temas siempre sean un causal de debate entre lo que yo supongo, y lo que tú me haces descubrir."