miércoles, 16 de septiembre de 2015

Carta al viento

Uno siempre tiene augurios de tristeza y contra eso nadie puede; es más, es hasta estúpido ponerse a luchar en su contra. Uno siempre vive de una tregua ante la tristeza y los desaucios, así crecemos, así nos percatamos de la adversidad que siempre está. Uno siempre tiene augurios de tristeza, y a veces —es decir, siempre— contra eso puede nuestro amor. Que quizás sea la tregua a todo eso junto, que aunque vengan los desahucios y las tristezas a visitar, nuestro amor es un positivo que lo cura todo. 

Oh amada, usted que me alegra y me aleja de mis abismos, que me sujeta de la mano fuerte y confía en su amor por mí. Usted que me salva de mí, que me mira y me reclama suyo, que hace de mi cuerpo su lugar y completa su mitad con la mía. Oh amor, usted que viene y me mira cuando estoy mal, que me rescata si bien pronuncia mi nombre con la gracia que la caracteriza a usted y a su voz de amante pura. Usted no sabe cuánto le debo a lo que es, y a lo que hace por mí cada vez que yo, triste y vacío, miro al abismo con las ansias de dejarme caer. Pero no, usted llega y su mirada me sujeta, su voz me amarra a usted; ¡y qué dolor dejarse caer a un lugar en el que usted no está! Porque me ha hecho entender, usted a mí, que aunque vengan los desahucios y las tristezas a visitar, nuestro amor será la eternidad que lo cure todo.

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