martes, 23 de abril de 2013

El juego que pierdo y gano Por José Augusto Subero

Así lo es todo. Porque todo es así, y cuando uno cree que puede no debe y el que puede no debe y casualmente el que no debe casi siempre es uno mismo. Y es como darle la razón a alguien con gusto, y el disgusto de no tener la nuestra es más grande para el mundo que para uno. Así casi siempre son las cosas que yo digo -digo casi porque casi nunca estoy completo. En el auge o en el abismo; casi nunca en el medio; y ese medio es ese "casi", que casi nunca me repito- esas cosas que yo digo y que repito, porque lo que digo es solo mío y nadie más se lo disfruta, ese "creo" -reflexión- ... Y si alguien en verdad me ha escuchado -en pregunta- en la ducha con el agua y el papagayo, porque creo que no es sólo mi mano la que entiende, porque en mi mete siempre pasa la imagen de la puta/la difunta, que segrega mis pesares con su cuca / y en mí nunca cae la sangre hecha pluma. Amor -sin alusión a nadie- quererte a ti es como aceptar la vida de un difunto, o llegar cansado y lamer a mordisco la sartén en el lavabo; vos sos quien entre tos me mostraste la locura, y en tu muerte fui feliz al conocerte. Y me contradigo. Y no se entiende otra cosa porque no me gusta. Y me quedo. No me voy. ¡No me callo! -más que menos-. No me llevo de las buenas con el burro, aunque diciendo eso soy más burro que un camello. ¿Parentesco? --Claro, casi como el de mis huevos y el murmullo. En suspenso, rimas con las letras y tus manías / compañías cuerpo a cuerpo cortan curandera coco a coco cerca ceja comes caraotas y con... Amor, -sigo sin dar fe ni mucho menos- fue tu perro el mejor de mis amigos, adiós. Todo esto en viceversa. Versas con las rimas de mis dedos / en la nuca. Y eres la victoria del juego que pierdo y gano. ¡Lotería! 

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