domingo, 7 de abril de 2013

Sía

...esta es la continuación de aquella historia que no encontraba su final; y todavía...



      Ella era una poetisa, de las que les gusta seducir, letras y hombres, hombres y musas. Fuerte, de carácter fuerte, sentimientos dóciles, ojos firmes, mirada grave, blancos dientes y sonrisa dulce. Ella era una poetisa, y de vez en cuando, era mujer de otros. Le era infiel a los cuerpos para dictarle lealtad a sus musas, que no eran musas por ser mujer, esas fuentes de inspiración parecían, en ocasiones, reales. Caminaban, y besaban, y amaban, se tomaban de manos, se miraban, colapsaban, colisionaban y hasta se aunaban el uno con la otra. De vez en cuando, deseaba sexo adolescente, algunas otras veces: hacer el amor. En ocasiones, y casi siempre, conjuraba su inspiración en la mirada de los incapaces con que se topaba. Seres poco racionales, fracasados y objetos de esta mujer. Elegante, insensata, discreta, indócil, respetuosa y fiel a sí misma.

      No escribía, a dicha mujer, la escribían. Y cada vez más como ella quería ser; fina, de uno o de lo otro. Ella era el deseo, las ganas, y en ocasiones, el amor de los pobres cultos. Hace varios años me la topé, la vi como era, era como la quería ver, la modifiqué, la palpé, la leí, descifré y construí algo de mí en ella, cuando le pregunté su nombre, después de tanto, respondió fría, sin amor, ni alma, ni grandes expresiones, ni pequeñas letras, ni con fuertes ideologías, ella respondió: "Poe..." y no dijo más; seguí escribiéndola.

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