sábado, 27 de abril de 2013

Liberales

Sostenía un mate en la izquierda y la derecha al aire. La mirada concentrada al infinito, degustando de un día gris, lluvioso, vacío y en  alguna ocasión, triste. Los recuerdos eran vigentes, caminaba y se encontraba consigo mismo en distintos lugares. Concentrado en el infinito, desde su ventana comenzaba a salir el sol, disfrutaba, ahora con más claridad el sol, mientras caminaba por la Rue Mignon, que hace esquina con la Rue Serpente, para luego llegar al Boulevard Saint-Michel. Bonito día, los árboles, personas y sus mascotas, las parejas, muy enamoradizas, por cierto, tomadas de manos demostrando, casi presumiendo muy inocentemente, sus amoríos, dignos de apreciar. Llegaban a la Fountain St. Michel, degustaban, y continuaban.

Él miraba desde su ventana, con un mate en la izquierda, y ahora, con la derecha sobre la cabeza como peinándose, aunque más bien parecía lo contrario. Era un día gris, comenzaba a llover, casi vacío y tal vez, un poco triste. Con la mirada concentrada al infinito, veía un delicioso atardecer después de caminar por la St. George's Square y atravesando la Grosvenor Rd. Para llegar a tomar un respiro en el Pimlico Garden & Shrubbery, y otra vez, personas y sus mascotas, caminaban, conjugaba su adyacencia, era casi como la de un padre y su hijo, pero sin el parentesco. El amo de dicho animal caminaba disgustado, en esta ocasión disgustado, como reprochando los mismos árboles, las mismas calles, los mismos edificios; casi exigiéndoles un cambio. En cambio, el animal, caminaba entusiasmado, como agradeciéndole a los árboles, a las calles y a los edificios el estar ahí de nuevo para él.

Dejó el mate a un lado para sacudir migajas de alguna galleta que había comido hace algunas horas atrás; era un día gris y él desde su ventana veía la lluvia que caía a cántaros. En esa ocasión, la lluvia, parecía más bien: un despojo de alguna nube que quiso, quién sabe por qué desdicha, deshacerse de todo lo que la desalentaba en ese momento. Esta vez desde una vieja casa, desaliñada, tal vez, de la Rue d'Hautmont, escuchaba desde su reproductor a Sigur Rós en su canción Samskeyti. Preguntándose: dónde estaban las parejas, y las personas y sus mascotas, y los niños y sus padres. Y también preguntándose su pasado, que en ese momento eran solo segundos anteriores, y nada más. La plenitud, es decir, el auge, eran sus interrogantes formuladas desde algún lugar remoto, donde las estrellas, en ese momento ocultas por varias nubes llorosas, brillan más como para uno, y no sostienen un brillo tímido, es más bien: un brillo arrogante; hermoso.

Ya sin mate, el día no tan gris y sin gotas cayendo, el hombre miraba desde su ventana, y se preguntaba: ¿A qué se refiere esto? Si todo lo que somos, lo somos desde y dentro de esta inmensa jaula. El universo no era tan de él como esos pedacitos de tierra. Desde su ventana miraba a parejas cohabitándose, a personas y sus mascotas, niños jugando, algunos adolescentes riendo; veía y se preguntaba: ¿en qué diferían estas personas con respecto a las del St. Michel? ¿O a las del Pimlico? Si como yo las descifro son proporcionalmente iguales. Igual los lugares, all places was the same if he watched them by the same way. Igual que los idiomas, igual que los sentimientos.

¿Puede acaso sentirse alguien esclavo aún siendo libre? Se preguntaba el liberal caminando dentro de una jaula a la que le llamaba: su mente.

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