—Vanessa.
—Un placer, mi nombre es Matías, pero no importa eso. Hasta en la distancia pude ver el brillo de tus ojos, lo encontré oculto, y todo eso que no viene al caso. Eres hermosa y hermosa es la noche también. Vienes sola, como la Luna, y yo solo, como el Sol. Vivo días dando luz y soñando con alguien como tú, y tú igual, y lo sabes. Pero lo nuestro es casi imposible, porque nunca antes nos habíamos encontrado, son cosas de lo natural y con lo natural se enlaza lo real. ¿Qué tal si nos olvidamos de la realidad? Hacemos de esto un sueño, y tú, Luna, te vienes conmigo a este infinito universo, lo hacemos nuestro y luego volvemos a la realidad. ¿Te parece?
—¡IDIOTA! ¿Me estás invitando a tener sexo? Si ni te conozco, ¡IMBÉCIL!
—El sexo no lo comprendo, y creo que jamás lo haré. Te desconozco, y tú a mí. Pero basta con soñarnos para conocernos perfectamente. No te estoy invitando a tener sexo, te invito a hacer el amor.
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