miércoles, 19 de junio de 2013

Jugando a ser funambulista

Y mirarte en silencio, y versar tu silencio para que cuando quieras, puedas leerme los encuentros; los nuestros, o los tuyos diarios, o los de alguien más, quién sabe qué. Pero no importa, a mí me gusta sentarme y mirarte hablar, porque sonríes y el mundo cambia, y el silencio es más liviano, y la soledad menos certera, y tu compañía más agradable de lo normal. Sí, yo podría sentarme a detallar tus horizontes, y pincelarlos con lo poco que me queda después de que te vas; como vas y vienes, como las olas en el mar, y yo jugando con los silencios que quedan después de las despedidas. Parafraseando tu nombre, dándole el significado que en ti, desde mí, merece. 

Y seguir viéndote como descifrándote, como queriéndote entender los defectos y armándote de lo que sabes ser de aquí hasta donde llegues. Jugando a ser funambulista sobre la línea que dibujan tus horizontes; y escribiéndote miradas en los ojos, y sonrisas en los labios, y sonidos del cielo en los oídos. Y así, con los pies sobre el cielo, soñando en el final todo lo que está por comenzar. Y seguir, con los ojos sobre el cielo, dibujando estrellas en tus hombros, y universos en tus ojos para que si de alguna manera decido perderme, sea detrás de la infinidad de tus miradas en las que ya casi me he perdido. Y sin arrepentimientos, podría seguir jugando al sube y baja entre tú y yo, disfrutando del instantáneo y enigmático momento en el que ya no estás y nombrándolo como final feliz. Porque cada día llega a su fin, y después de ti, viene la felicidad; después de ti, llegan los buenos augurios; después de ti, no hay nada más que lo que sigue siendo parte de nosotros, ese algo que vamos construyendo, ese algo que por alguna casualidad nos une. 

Y siendo víctima del azar al que muchos le llaman vida, apareciste siendo la correspondencia de todo lo discordado.

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