miércoles, 8 de mayo de 2013

Lo último Por José Augusto Subero

METÁFORA 

Escribirla a ella es reinventarme a mí mismo; reinventar el momento exacto y el tiempo exacto en que mi corazón le da por dejar de latir; el momento en que mi mirada se escurre juguetona ante la suya y el horizonte. Escribirle a ella es como cuando Oliviera escribía a la Maga en la misma cama donde sollozaba Rocamadour enfermo... Y no encontrarnos siempre, y encontrarnos casi nunca, y perdemos casi siempre, y no callarnos nunca. Escribirla a ella es como dibujar un lienzo oscuro con un óleo negro y no tener la culpa porque el cuadro sea del agrado de los otros. Dibujarla a ella es como prender en fuego los retratos del mil novecientos donde los abuelos habrían de jurarse amor eterno, y a su vez, poder encontrar entre sus besos tan femeninos el color de la mañana. Quererla en silencio es como no saberse el nombre de la madre y querer jugar con los hijos de sus hijos. Y no respirar. No respirar porque no se puede. ¿Quién podría respirar cuando se camina por la nubes de cemento con las manos amarradas en el cuello?, ¿Quién?. Y caminar con ella se parece a bailar la danza de los muertos en los mares del Paraíso, y parecerse al niño de la Av. Bermudez que juega con el hipo y la chupeta. Escribirla... Escribirle... Escribirnos es andar de árbol en árbol y de hormiguero en hormiguero, de gota en gota, de espuma a fuego. Si ella supiera... Oh, si ella supiera... Si ella supiera lo mucho que la pienso, lo mucho que la pienso en la ducha y en la almohada.... Amor, cuánto no sabes y cuánto te pienso!

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